Tema tabú, que no tiene que ser tratado en público, delicado… En 1983, fecha de emisión de este programa de La Clave, hablar de homosexualidad en la televisión era algo impensable. Joseé Luis Balbín, director del programa, se lanzó a la piscina y fue el primero en tratarlo con la mayor naturalidad posible, juntando en una mesa de debate a diferentes personas que hablaron sobre esto. Los protagonistas fueron Jordi Petit (Portavoz del Front d’Aliberament Gai), Enrique Gimbernat (Catedrático de Derecho Penal), Santiago Martínez-Fornes (Endocrinólogo), Kate Millet (Feminista, Artista Plástica), Francisco Alonso-Fernández (Psiquiatra) y Gabriel Elorriaga (Diputado Alianza Popular y sociólogo de la familia).
En 1933 el gobierno de la Segunda República introduce la Ley de Vagos y Maleantes, en un principio pensada para el control de “mendigos y rufianes”. Pero en 1954 la Dictadura Franquista introduce una modificación para incluir en este grupo a los homosexuales, y penar a estas personas con el ingreso en “establecimientos de trabajo o colonias agrícolas”, separándolos además del resto de reclusos. En 1970 esta ley desaparece, dando paso a la Ley sobre peligrosidad y rehabilitación social, que contemplaba el ingreso en instituciones mentales. En enero de 1979 se eliminaron varios artículos de la ley, entre ellos el referente a “los actos de homosexualidad”, aunque la clausula referida al escándalo público continuó vigente hasta 1989. Esta ley se derogó completamente en 1995.
Con este panorama, que el tema se tratase en La Clave, uno de los programas más respetados (y vistos, aunque con dos cadenas en emisión era fácil), era todo un logro, algo que sacaba a la homosexualidad de las sombras y lo plantaba en prime time como algo a tratar, algo de lo que se podía hablar en televisión.
Obviamente, hay que situar el programa en el año de emisión: hay pocas referencias a las mujeres, casi todas realizadas por la única presente en la sala; hay un psiquiatra y un endocrino invitados, para hablar de las posible causas de la homosexualidad, y con un psiquiatra condescendiente a más no poder, que parece muy sorprendido con que existan psiquiatras homosexuales y que cree que los debates pueden tener “una resonancia preventiva muy positiva” en los adolescentes, pero que aboga por no llamarnos “enfermos”; y por último un sociólogo que cree que la familia está para reproducir la especie y poco más, y que el hombre es heterosexual por defecto. Insisto: 1983. Para entonces, es un debate estupendo. Ahora, que algunos sigan utilizando argumentos de ese año en 2016… bueno, lo dejamos para otra ocasión.