Vivian Maier nació en Francia un lunes frío y lluvioso, el 1 de febrero de 1926. Hija de padre austríaco y madre francesa nunca tuvo apego por su familia. Tras ser abandonada por su padre y viviendo con su madre, convivió durante una temporada con la fotógrafa surrealista Jeanne J. Bertrand quien, quizás, despertó su interés por la fotografía.
Preferías escuchar. Y ver, sobre todo ver, que no es más que otra manera de escuchar. Tus ojos son como dos faros […]. Como los de tu cámara. Un hueso más en tu osamenta. Tu costilla. La Rolleiflex que siempre te acompañó. Aunque ella los tiene el uno debajo del otro, muy juntos, como los de un cíclope […]. Y tú con ella siempre colgada del cuello parecías un cíclope de cuatro ojos. Tus ojos oyen. Tus oídos ven.
Acabo de terminar un libro titulado Una vida prestada, escrito por Berta Vias Mahou en el cual relata la vida de Vivian con una cercanía y una delicadeza que ponen los pelos de punta. Al leerlo una tiene la sensación de que se hubieran conocido y convertido en mejores amigas.
La vida de Vivian fue un grito a la libertad y así lo demuestra este libro. No sólo porque allá por 1951, recién llegada a Nueva York, decidiera vestirse con un toque masculino (algo que no debería llamarnos la atención a estas alturas de la película, pero aquellos eran otros tiempos), decidiera no casarse ni con “el” como ella misma escribía, decidiera no tener hijos aun dedicándo toda su vida a cuidar de los de otras mujeres, sino porque la razón por la que tomó cada una de sus decisiones fue la libertad.
No era tan difícil ir por la vida. Lo difícil era estar en esta vida
En este momento en el que nuestra lucha tiene más sentido que nunca, donde nos sentimos libres para vivir, para salir a la calle, para lanzar nuestras opiniones y exigir el respeto que merecemos, quería dedicar un pequeño espacio a esta mujer que, como muchas otras, decidió tomar las riendas de su vida y ser libre.
Libre para disponer de su tiempo, de todo su tiempo para hacer fotografías, para mirar y enfrentar la vida a través de su cámara, libre para vivir en la sombra, libre para vivir en soledad. Libre para pensar, justificar y afirmar que lo que hacían sus homólogos estaba muy lejos del arte y que no tenía el valor que otros le otorgaban. Y, abanderando esta libertad, decidiera almacenar durante toda su vida tiras y más tiras de negativos privando al mundo de una vastísima y magnífica obra de arte de la que solo hemos podido disfrutar a título póstumo.
Es una lectura que, sin duda, invita a la reflexión y que me plantea varios interrogantes. ¿Qué significa para cada una de nosotras y nosotros la libertad? ¿Por cuánto estamos dispuestos a vendernos? Y sobre todo, me hace abrir los ojos al pensar en el poco valor que le damos a las cosas cuando las tenemos en abundancia y lo mucho que parecen importarnos cuando escasean.
Luchó toda su vida por una libertad que la hizo LIBRE en el aspecto más puro y amplio de la palabra.
El dolor vive agazapado en nuestros cuerpos, un dolor que a veces ni siquiera sentimos, porque uno mucho mayor los mata a todos. El de saber que la vida se acaba. El de intuir que tal vez no hemos hecho todo lo que teníamos que haber hecho. El de pensar que hemos hecho lo que no deberíamos haber hecho […]. Ha llegado el momento. El momento de dejar el sitio a otro. Mañana yo tampoco estaré aquí…
En un mundo en el que casi toda la información que consumimos es tan efímera, me parecía importante y necesario dar voz a una mujer extraordinaria: Vivian Maier.