Todo el mundo conoce la imagen más salvaje de Janis Joplin, la de la artista rebelde, icono de la contracultura y el movimiento hippy de los años 60, la mujer transgresora que perdió el control de su propia vida y fue una de las primeras integrantes del llamado Club de los 27, ese grupo de artistas que no cumplen los 28 años. En Little Girl Blue, un nuevo biopic de la arista que se estrenó hace unos días en Estados Unidos, dejamos de lado al personaje y nos centramos en la persona.
Little girl blue, dirigido por Amy Berg, se centra en esos aspectos de su vida algo desconocidos para el público, esos que hicieron aún más dura su caída, y que nos hacen pensar qué hubiera pasado si hubiera vivido unos cuantos años más. Habla de su voz, de las relaciones con sus amigos y sus fans, de su modo de vivir la vida. La directora ha tenido a su disposición muchísimo material inédito, películas, cartas, fotografías… cedido por familia y amigos, para enseñarnos el lado más personal de Janis.
El documental cuenta un lado de Janis del que no se suele hablar en demasía, el referente a su bisexualidad. La cinta lo deja bien claro, aunque también insiste en que ella anhelaba la seguridad de un matrimonio heterosexual. En palabras de la directora,
Creo que Janis amó a los que amó cuando los amó. No estaba intentando inclinarlo hacia ningún lugar, y quise asegurarme de que está claro que Janis amó a hombres y a mujeres
Little Girl blue no solamente es un testimonio de la vida de la cantante, sino que, de algún modo, es un viaje hacia los años 60. En esta fiebre del biopic que estamos viviendo, con las vidas de grandes mitos como Amy Winehouse o Kurt Cobain en pantalla, este retrato de Janis se convierte en un viaje personal y necesario para acercarse a lo que fue, y a lo que podía haber sido.