Todo el mundo conoce (y adora) a Ruby Rose. Su aparición en la tercera temporada de Orange is the new black la ha puesto en el candelero más que a ninguna otra protagonista de la serie y, esto no me lo invento, hordas de mujeres heterosexuales han descubierto en ella a la única mujer con la que tendrían algo. Todo el mundo tiene su público, está claro. Pero antes de eso, la australiana ya era una conocida e incansable abogada por los derechos LGBT, sobre todo explicando cómo se siente ella con respecto al género. El año pasado hizo estas declaraciones:
Me siento sin género, si. Bueno, si tuviera que elegir sería un chico. Me siento como un chico, pero no siento que hubiera tenido que nacer con partes de mi cuerpo diferentes, o algo así.
Ahora, la modelo ha hecho unas declaraciones en las que cuenta cómo cuando era pequeña no tenía tan clara esta idea:
Cuando era joven tenía esta jarra en la que echaba dólares… Tenía como 19 centavos para la cirugía [de reasignación], en la que no había pensado mucho. Creo que vi un documental, probablemente algo en Oprah, y empecé a ahorrar desde los cinco años o así. Cuando tuve quince tomé conciencia de mi cuerpo y me rapé la cabeza. Empecé a cambiar el modo en que vestía y hablaba, y me di cuenta de que no quería transicionar, sólo quería estar más cómoda en mi piel
Según cuenta, “ella es una mujer, pero estaría igual de cómoda siendo un chico”. Con razón Ruby se ha convertido en estandarte de los gender fluid, aquellos que se sienten igual de bien con los roles de chico o de chica, y que es una cuestión que nada tiene que ver con la orientación sexual, por otra parte. Está bien ver cómo el abanico se abre poco a poco a múltiples opciones.
Vía: Pink news