Expediente X es una piedra angular de la televisión. Estrenada en 1993, cuando el formato de serie era mucho más rígido que en la actualidad, la historia de Mulder y Scully trascendió a la cultura popular, y se convirtió en un referente claro para algo que no dejaríamos de ver desde entonces: la tensión sexual no resuelta. Antes, los protagonistas se enamoraban (o no se enamoraban), pero no tenían esa química, esa tensión, esa relación dependiente entre ellos, eso que nos hacía estar pendientes de todos sus movimientos. Además, la ciencia ficción dejaba de ser algo para frikies y salía del armario como algo poliédrico y fácilmente disfrutable por todos. Así era Expediente X, y así es en la actualidad, gracias a la miniserie que nos ha regalado el creador, Chris Carter, en este 2016.
Gillian Anderson conoció la fama en los noventa gracias a esta serie, pero cuando finalizó en 2002 la actriz de Chicago pasó a un segundo plano en el escaparate internacional. ¿Falta de trabajo? Quizá al principio, pero luego supo ser cuidadosa a la hora de elegir papeles complejos y que, más que un sueldo astronómico, le daban algo mas importante en la carrera de fondo de las actrices, le daba prestigio.
En los últimos años la hemos visto como la mítica Blanche DuBois en la versión teatral de Un tranvía llamado deseo, la hemos podido disfrutar como Bedelia Du Maurier, la psiquiatra del psiquiatra más desquiciado de la historia en Hannibal, y como la decidida y concienzuda Stella Gibson, la detective de The fall, esa serie que, sea cual sea tu orientación sexual, Jamie Dorman y Gillian Anderson hará tambalear sus cimientos. Gillian está mejor que nunca, y así lo declara en una entrevista a interviewmagazine.com, en donde habla del pasado, del presente, y del futuro, y en la que nos cuenta con qué papel se ha sentido más identificada y mejor.
Stella, a quien interpreto en The Fall, es un personaje del que me siento muy, muy cerca. Disfruto de verdad interpretándolo. Y Blanche [DuBois]. Creo que esas dos mujeres han sido mis favoritas. Cuando hice de Lily [Bart, de La casa de la alegría], yo era muy joven y era la primera vez que un director estaba tomando un riesgo conmigo. Yo estaba muy nerviosa por eso, por confiar en que podía hacerlo, por confiar en él. No fue un rodaje fácil. Mi incomodidad conmigo misma, creo que está presente en la pantalla, pero ironicamente creo que añade algo.
La entrevista no tiene desperdicio, y si tenéis curiosidad por leerla, podéis hacerlo aquí.