Hace ocho años, en Pekín, descubrimos que la halterofilia podría ser un deporte la mar de entretenido. Ahí fue cuando conocimos a Lydia Valentín, una haltera berciana que, con su quinto puesto, nos enseñó que España también lo podía hacer bien en deportes minoritarios, y más aún en disciplinas tradicionalmente masculinas. Cuatro años más tarde, en Londres, consiguió un maravilloso cuarto puesto que, aunque todavía está por determinar oficialmente, se convertiría en oro olímpico al dar positivo por dopaje las tres medallas de la prueba.
Lydia venía a defender el trabajo de cuatro años, y lo hizo del mejor modo: ganando una medalla.
https://www.youtube.com/watch?v=eOv4pt98RmA
Además del innegable mérito deportivo de la leonesa, que ha pasado ya a los libros de historia del deporte español y mundial, en esta casa no podemos ser más fans de ella. Nos encanta. Nos vuelve locas. ¿Por qué? Porque su conjugación de fuerza y cuquismo es LO MÁS.
Nadie más es capaz de hacer fácil el estar levantando 141 kilos de peso y, además, dejarnos embarazadas con la mirada. Nadie. Más.
Nunca la arrancada en dos tiempos había sido tan interesante.
Ni una celebración tan mona.
No voy a hacer ningún comentario de sus brazos porque, literalmente, NO PUEDO DEJAR DE MIRARLOS.
Está TAN CONTENTA que te dan ganas de bailar con ella.
Madre mía.
YES PLEASE.
Lydia nos mola. Es la prueba viviente de que los estereotipos son eso, estereotipos, y de que las mujeres pueden hacer lo que les de la gana. ¿Quién se atreve ahora a decir que la halterofilia es un deporte de machos, que las chicas son el sexo débil, que no podemos levantar ni una caja de leche, que la fortaleza y el músculo no son sexys? NO TENEIS NI IDEA. Ojalá venga Lydia y os de una bofetada. He dicho.