¿Sabes cuando repites una cosa tantas veces que, al final, no sientes ni frío ni calor y ya ni te enfadas? Pues así estoy yo después de conocer la última ocurrencia de los guionistas de cierta serie. Una serie, además, que siempre he admirado porque me parecía que era valiente, que estaba bien hecha, y que además estéticamente era preciosa. ¿Cual? Después de los minutos musicales te lo digo, y así procuro no espoilear a nadie.
Pongo esta canción porque me gusta mucho y porque algo tengo que poner.
Pese a que hace tiempo que no hablábamos de ella, Masters of sex es una de esas series que hemos seguido con atención desde sus inicios. La temática era interesante, y además tenía un personaje lésbico, Betty, que nos molaba un montón. De todo el elenco era, sin duda, la más moderna y la más avanzada de la época: primero prostituta, después secretaria, y viviendo como le daba la gana, contando con las limitaciones de la época.
En un determinado momento, Betty conoce a Helen (Sarah Silverman), y deciden empezar una relación marcada por la clandestinidad. Ambas están fuera del armario para un grupo reducidísimo de gente muy cercana, pero eso no les impedía vivir en la intimidad de su casa como el resto de parejas. Con la ayuda de un amigo gay, Helen se queda embarazada, y parecía que todo iba a irles fenomenal pese a las adversidades.
En el episodio de la semana pasada conocíamos a la familia de Helen, a sus padres, unos padres que rechazaban rotundamente la homosexualidad de su hija, con cero predisposición a tener una relación con ella mientras conviviera con otra mujer. Ese episodio nos dejó un poco chafadas, sintiendo que ellas dos se merecían algo mejor, y más con un niño en camino.
Pero el último emitido ha sido un escándalo mayúsculo: no sólo Helen ha muerto en el parto, sino que su familia se ha llevado al bebé, dejando a Betty sola y con un dolor tremendo por haber perdido a las dos personas que más quería.
Si alguien lo entiende, que me lo explique. Masters of sex no se distingue por ser una ficción que mate alegremente a sus personajes. No es Juego de tronos, no es ciencia ficción espacial, no está ambientada en tiempos de guerra. No suele morir nadie. Tampoco tiene un tinte excesivamente dramático, sus personajes sufren reveses vitales perfectamente superables y bastante cotidianos. Pero, al parecer, los guionistas han tenido a bien acabar así con Helen porque, oye, total qué más da.
La creadora ha hecho unas declaraciones a Entertainment Weekly que, pues bueno, pues ok.
Lo queríamos mostrar en última instancia era que Betty y Helen eran mujeres profundas con un compromiso la una con la otra. Estaban intentando hacer algo en una época en la que no había guías para eso. [A partir de ahora] vamos a mostrar cómo Betty subvierte un sistema que no tiene más que obstáculos y que encuentra un modo de acabar con la familia más rara imaginable
¿Queréis que juguemos a ser Aramís Fuster? Predigo que Betty se va a casar con el amigo gay y así va a poder criar a su hijo. La fiesta de la imaginación.