El pasado viernes, uno de los programas más exitosos de la televisión española decía adiós a su quinta temporada. Tu cara me suena se despedía con una final en la que Blas Cantó ganaba por votación popular la edición y se alzaba con los 30.000 euros de premio, que se dona a diferentes asociaciones. El ex miembro de Auryn, antes de anunciar que su parte del premio iría a Fedde Fulbé, que lucha contra la xenofobia, tenía otro gesto bonito: le daría la mitad del premio, 15.000 euros, a su compañera de show Yolanda Ramos.
Y Ramos se convertía así, en prime time, en mecenas de la asociación de familias de menores trans Chrysallis en TCMS, con más 4 millones de espectadores viendo cómo una cara pública rechazaba y denunciaba en directo la actuación de una plataforma tránsfoba y homófoba que se ha valido de un autobús para desenmascarase y, quizá lo más importante, para que millones de personas sepan que semejante organización ultra todavía existe en la España del siglo XXI. Ramos donaba los 15.000 euros que le había cedido Cantó a Chrysallis sin mencionar si quiera, muy elegantemente, a los señores del bus, y aún así todos los espectadores entendieron el mensaje.
Estoy muy orgullosa del público, desde casa, porque ha entendido lo que es la libertad. Y ya era hora de que el público de España entendiera, con todo lo que tenemos encima, lo que es la libertad. Pero todavía queda, todavía queda, todavía queda gente que no la entiende. Estos días hemos visto pasear un autocar por España… Esto va para una asociación que se llama Chrysallis, para todos los niños… [se equivoca con el nombre de la asociación]. Esto va por vosotros, y para que veáis España cómo ha reaccionado. Para la investigación, para el apoyo a los padres, y para la gente que entendéis la libertad y la vida. Gracias.
Ya lo decía Marca: frente a la transfobia, educación. Y qué mejor manera de educar a una sociedad que mojándose y haciéndose eco en uno de los programas más vistos de la parrilla. Chapó a los dos.