¡Hola, croquetillas! Hoy quiero hablaros de otro clásico, en su momento todo un icono pero que luego se desinfló. Igual que con Strawberry Panic fui un poco dura, con esta seré más suave porque creo que fue malinterpretada. Se trata de Kannazuki no Miko (las sacerdotisas de la Luna sin dios).
Esta vez tengo que decir dos cosas previas, una personal y la otra es contar la historia mitológica que usa como base.
Primero, lo personal, más que nada porque es breve. Ya sabéis que soy fansuber, lo he comentado más veces. Soy fan de muchas series y me gusta tratarlas bien, traducirlas con cuidado y hacer una edición que quede todo bonito. El problema que tiene esta serie es que hay que verla primero, fijarte bien en los tiempos verbales (esto puede resultar obvio, pero no lo es, creedme) y luego ya una vez que te la ves entera, la traduces en la segunda pasada. Bueno, esto debe hacerse para todo lo que traduzcas, no ponerte ahí al vuelo y que las cosas luego salgan como salen. En esta serie hay unas cuantas escenas que, si no sabes que es la narración de una de las protagonistas, pierden sentido. Parte de mi reconciliación con esta serie fue traducirla apropiadamente. Que vale, no es una obra maestra, pero tampoco es tan mala, la verdad.
Segundo, la mitología. Como indiqué en el título, tiene que ver con el Orochi. Este mito tiene dos partes, la primera inamovible y luego una segunda parte donde ya se adapta al gusto. Esto viene a ser un poco el mito del Grial para los japoneses. La primera parte no varía, pero luego lo que pueden hacer con ese Grial en su búsqueda va según cada historia nueva.
La primera parte transcurre en la antigüedad. El dios de la destrucción, Orochi, una serpiente de ocho cabezas. Exigía cada año el sacrificio de ocho jóvenes. El señor de esas tierras lo permitió hasta que le tocó sacrificar a su hija, ahí ya le pareció peor la idea. Pero tuvo suerte porque apareció el héroe Susanoh. Sugirió emborrachar al dios y, una vez dormido, cortarle las cabezas. Así se hizo. En esta historia hay tres objetos, que se consideran tesoros nacionales. La espada Kusanagi con la que se cortaron las cabezas, el espejo formado por las lágrimas del Orochi y una joya que tenía la princesa.
La parte que ya varía de la historia es que cada X años el dio renace. Lo hace en forma de ocho guerreros (uno por cabeza). Tres cabezas principales y cinco secundarias. También aparecen tres elegidos para derrotar a esas cabezas. Uno representa al Sol, otro a la Luna y otro un sacerdote neutral. Cada uno de los elegidos usará uno de los objetos en esa lucha. Seguro que esta historia os suena a más de una porque lo han usado en muchos animes (por ejemplo, en Sailor Moon S).
Bien, Kannazuki usa esa base para crear su propia historia. El anime lo narra una de las protagonistas. Lo que vemos es el recuerdo de Himeko, que irá contando lo que sucedió cuando apareció Orochi en su pueblo.
Himeko representa al Sol de la leyenda. La Luna es Chikane, su amiga. Chikane está enamorada en secreto de Himeko (aunque es muy obvio, pero bueno). El tercero en discordia es Souma, amigo de la infancia de Himeko, también enamorado de ella. Por lo que habrá triángulo amoroso, aunque desde el comienzo se ve que el maromo sobra y mucho, solo hay que ver el ending, aunque se nos hará sufrir.
Pues eso, aparecerá el Orochi, con robots (añade emoción, supongo, una batalla más épica entre cacharros gigantes). Chikane y Himeko descubren que son sacerdotisas, que su labor es despertar al “Ame no Murakumo” para poder derrotarle. Souma ayudará combatiendo, por su amada, siendo así el elemento neutral del trío de héroes. Es decir, mientras peleamos contra el Orochi, hay triángulo amoroso, todo muy completo.
En mi opinión, Souma está creado para caer mal. En todo momento se transmite la idea de que Chikane ama con locura (qué bien que elijo las palabras, oye) a Himeko, hasta el punto de inflexión a mitad de la serie, donde recordará lo que ha ocurrido antes y decidirá cosas. Como el espectador no se entera hasta el final de la serie, no diré nada por si alguna no conoce el anime, que no me gusta destripar nada.
Ahora, la gran pregunta, ¿merece la pena ver la serie? Yo creo que sí. No es de los mejores, pero tiene su encanto y grandes actrices de voz. La historia, aunque se toma muchas libertades sobre el mito, no es incorrecta, cosa que valoro. A ratos puede exagerar el dramatismo que le ponen o ese abuso de escenas hormonadas, pero tiene su aquel.
Por lo que, si sois jóvenes o no la conocíais, dadle una oportunidad que tiene su gracia.
¡Gokigenyou!
Nanaho.