
Cuando Netflix estrenó The Ultimatum: Queer Love, las lesbianas y bisexuales del mundo entero, incluídas mi novia y yo, nos sentamos con las palomitas en la mano, listas para el caos y el no pdoer cerrar la boca. Tuvimos todo lo que pedíamos. E INCLUSO MÁS. Cinco parejas formadas por mujeres queer (más alguna persona no binaria), a un paso del compromiso pero sin saber si darlo o no, se enfrentaban al experimento social más intenso que puedes imaginar (y también el que no te recomendaría ningún consejero matrimonioal): separarse, emparejarse con otra participante, vivir juntas tres semanas y luego decidir si casarse con su pareja original… o seguir adelante con la nueva. ¿Drama? Mucho. ¿Salseo? Más. ¿Representación sáfica como nunca antes en un reality? También.
La primera temporada nos dejó momentazos que ya son historia de la televisión lésbica. Desde el temperamento volcánico de Vanessa hasta la calma zen de Lexi que explotaba cuando menos te lo esperabas. Las discusiones acaloradas sobre compromiso, el amor, los celos y la libertad resonaban de forma muy distinta a las de la edición hetero del programa. Aquí las dinámicas eran otras: más intensas, más emocionales, más de taparse la cara con un cojín… lo que tocara. Porque cuando dos lesbianas dicen que quieren hablar de sus sentimientos normalmente lo hacen durante seis horas, con un té en la mano, y luego vuelven a hablarlo al día siguiente por si no había quedado claro. Somos así, no me he inventado yo.
Además, The Ultimatum: Queer Love nos dio lo que muchas llevábamos años pidiendo: ver relaciones LGBT en pantalla que no fueran trágicas, que no tuvieran a nadie muriendo, que no fueran la side story de una serie mainstream. Aquí el centro era nuestro, vaya si lo era. Y aunque no todas las decisiones del montaje fueron perfectas (sí, nos referimos a cómo editaron algunas historias para parecer más dramáticas de lo que eran), lo cierto es que el experimento funcionó. Nos vimos reflejadas, nos reímos, sufrimos, gritamos a la pantalla. Algunas hasta rompieron con sus novias después de ver la serie. Cosas que pasan.
Y ahora (bueno, en verano) llega la segunda temporada.
Esta vez, el elenco se amplía a seis parejas, cada una con su propia historia y dilemas. Conoceremos a AJ y Britney, Haley y Pilar, Kyle y Bridget, Dayna y Magan, Ashley y Marita, y Mel y Marie. Cada pareja aporta su propia dinámica y desafíos, desde diferencias en estilos de apego hasta visiones opuestas sobre el matrimonio. Vamos a hablar un poquito más de cada una.
AJ (28) y Britney (27). Llevan juntas cinco años.
AJ, ex locutora de radio en Orlando, es quien emite el ultimátum en esta relación. Britney, por su parte, es una apasionada de la música, siendo Kehlani su primer crush queer. Ambas comparten una conexión profunda, pero enfrentan desafíos relacionados con el compromiso y la dirección futura de su relación.
Haley (29) y Pilar (29). Llevan juntas diez años.
Haley descubrió su identidad queer influída por la campaña viral NoH8. Pilar, aspirante a cantante, está enfocada en construir su carrera en la industria musical. La pareja se encuentra en un punto de inflexión, evaluando si sus caminos personales y profesionales pueden alinearse en una vida compartida.
Kyle (30) y Bridget (28). Llevan juntas dos años y medio.
Kyle, desde joven, mostró una memoria prodigiosa, siendo capaz de recitar todas las razas de perros de una enciclopedia (no me creo que esté escribiendo esto). Bridget atribuye su despertar queer al episodio de salida del armario de Ellen DeGeneres. Ambas enfrentan el reto de equilibrar sus diferencias y decidir si están listas para dar el siguiente paso en su relación.
Dayna (25) y Magan (27). Año y medio juntas.
Dayna y Magan representan un estudio de contrastes en estilos de apego: mientras Dayna tiende a evitar el compromiso, Magan busca una conexión constante. Esta dinámica ha generado tensiones, y el experimento del programa podría ser la clave para entender si pueden encontrar un equilibrio juntas.
Ashley (30) y Marita (25). Juntas tres años.
Ashley tuvo como inspiración a las youtubers Shannon Beveridge y Cammie Scott en su viaje de autodescubrimiento. Marita, con una personalidad vibrante (qué miedo me da esto), recuerda con orgullo haber vencido a Guy Fieri y su hijo en una carrera de karts durante su infancia. Su relación enfrenta desafíos relacionados con la diferencia de edades y perspectivas sobre el compromiso.
Mel (27) y Marie (27). Cuatro años juntas.
Mel y Marie no solo comparten una relación amorosa, sino también una asociación empresarial, gestionando juntas un exitoso food truck. Su vínculo se pone a prueba al evaluar si su conexión personal puede prosperar sin la constante presencia de su vida laboral compartida.
Pues estas son. El formato se mantiene: los participantes se separan de sus parejas originales para convivir tres semanas con una nueva persona del grupo, seguida de otras tres semanas con su pareja inicial. Al final, deben decidir si se comprometen o siguen caminos separados. Este experimento promete explorar aún más las complejidades de las relaciones queer, con momentos de introspección, confrontaciones y, por supuesto, mucho drama.
Así que si te quedaste con ganas de más aftershocks emocionales, de ver cómo las lesbianas navegan el poliamor, el compromiso, los fantasmas del pasado y los choques de expectativas… la segunda temporada te está esperando. Porque si algo nos enseñó la primera, es que el ultimátum no es solo para decidir si te casas: también es una excusa perfecta para ponerte al día con tus amigas, comentar cada escena y volver a ilusionarte (o asustarte) con las movidas que les pasan a otras.