Las lesbianas en las obras de Shakespeare son como las meigas en Galicia, existir no existen, pero haberlas, haylas. Son invisibles, pero ahí están. O por lo menos eso dice Theodora Jankowski, doctorada en literatura inglesa. Y es que “si las mujeres del siglo XXI, sean heterosexuales o lesbianas, son ignoradas de forma rutinaria por los hombres, no resulta demasiado sorprendente que las mujeres de la Edad Moderna, incluyendo a los personajes literarias, lo fueran igualmente”. En The feminist companion to Shakespeare, mezcla conjeturas con mucho (pero que mucho) subtexto. Al fin y al cabo ese es el pan nuestro de cada día, así que, yo compro.
Para Jankowski, debería pitarnos el radar con Titania en Sueño de una noche de verano (a quien Russell T Davies acaba de sacar del armario), Beatrice, en Mucho ruido y pocas nueces, que compartió cama con Hero durante un año y ya se sabe que el roce hace el cariño, las doncellas de Cleopatra, quienes mantienen conversaciones entre sí con un alto nivel de erotismo en su retórica y con algún que otro eufemismo lésbico, o Portia en El mercader de Venecia, quien se casó con Bassanio por cualquier razón menos por amor, y de quien asegura que le gustaba más el pescado que la carne, especialmente si el pescado era el de su doncella, Nerissa.
Otra que puede que también juegue en nuestro equipo es Hermione en Cuento de Invierno, quien desapareció durante 16 años durante los cuales su doncella, Paulina, satisfizo todas sus necesidades (entiéndase esto con la amplitud que se quiera) y a quien su marido acusa de haberle sido infiel. ¿Quién está dispuesta a batirse en duelo con él por el honor de la bella dama y así callarle la boca? Pues Paulina, claro. Love is in the air.
No falta, por supuesto, quien lo niegue todo y nos quiera quitar la alegría. Uno de estos aguafiestas es el señor Stanley Wells, experto en Shakespeare, que reconoce que sí es cierto que haya “interpretaciones razonablemente gays, como Antonio y Sebastian en Noche de Reyes, (…) pero es demasiado rebuscado buscar relaciones lésbicas”.
Sin embargo, Shakespeare se caracteriza por su ambigüedad y por sus múltiples interpretaciones y reinterpretaciones. Es por eso, precisamente, que todavía sigue molando tanto a día de hoy. Lindsay Posner, una de las directoras de la Royal Shakespeare Company lo califica como “muy progresista en cuanto a la sexualidad (…) pero escribía para una sociedad muy conservadora. Se necesita interpretar lo que decía”.
Vía: The guardian