Si hay algo curioso que me pasa con Sylvia Plath, es que su obra me parece como un puzzle. Sus poemas, sus relatos, o sus diarios pueden leerse y disfrutarse perfectamente por separado, pero es en su conjunto, cuando se tienen todas las piezas, cómo mejor se saborean. Todos ellos se completan y complementan y permiten apreciar matices que de otra forma se perderían totalmente.
Cómo uno de los máximos exponentes de la poesía confesional, junto con Anne Sexton, sus poemas estaban ligados íntrínsecamente a sus vivencias, a sus sentimientos. De ahí la gran importancia de sus Diarios para conocer qué es lo que pasaba por su mente y poder entenderla, y de su biografía para poder poner esos pensamientos en contexto.
Magia cruda de Paul Alexander es la biografía perfecta para eso, para observar a Sylvia desde el exterior, con una mirada ajena a la suya. Recreado a partir de documentos de archivo y entrevistas de quienes la conocieron, nos ofrece un interesante recorrido por la vida de esta brillante poeta norteamericana que destacó desde muy temprana edad, pero que nunca recibió, en vida, el reconocimiento que realmente merecía. No sería hasta después de su muerte, que llegarían los premios para la escritora de La campana de cristal, incluso el tan ansiado Pulitzer, las alabanzas y una masa de fieles admiradores. Su obsesión con el inalcanzable ideal de perfección y su consiguiente frustración por no poder conseguirlo, su insana y tormentosa relación con su marido, el también poeta Ted Hughes, la muerte de su padre o la opresión de una sociedad que la asfixiaba, fueron algunos de los factores que, contribuyendo a la depresión crónica que padecía, la llevaron a la muerte a sus 30 años.
Esta biografía, amena y concisa, recalca y hace hincapié en los momentos más trascendentales de su vida hasta el trágico 11 de febrero del 63 donde decide suicidarse, y los posteriores. Pues, a pesar de la muerte, su legado sigue más vivo que nunca, como demuestra el ferviente interés que todavía despierta tanto su obra, que no deja de editarse y reeditarse, y su persona, elevándose por encima de su obra hasta convertirse en el icono de la literatura y el feminismo que es hoy.