Dentro del inmenso catálogo de películas que podemos ver cuando nos sentamos un sábado tarde delante del televisor, encontramos principalmente dos grupos: Las buenas y las malas. Esto es un hecho. El Padrino es buena. El Padrino III es mala. El Caballero Oscuro es buena. Batman y Robin es mala. No hace falta ser Carlos Boyero para diferenciarlas, simplemente poner un poco de atención, y medir cuanto se nos levanta la ceja al ver determinadas escenas. Después de esto, podemos valorar y defender una película mala. “Pues es que a mi me gusta”. Estupendo, para gustos los colores. Bandaged, sin embargo, estoy bastante segura de, aparte de que es malísima, no ha gustado a nadie. Es imposible que haya alguna persona sobre la faz de la tierra que la disfrute.
La premisa de la cinta pinta… pues bueno, mejor que el resultado, la verdad: Tras la muerte de su esposa, Arthur, que es cirujano, encierra a su hija en casa, como prevención de accidentes que lo dejen solo y desamparado en la vida. Lucille, que así se llama su descendiente, empieza a encontrar desesperante aquello de relacionarse solamente con su equilibrado padre y con su tía, que debe tener a ojo de buen cubero unos ciento veinticinco años, y se intenta suicidar, sin éxito. Lo único que consigue es quemarse un poquito la cara, ocasión que aprovecha su padre (¿he dicho ya que está super bien de la cabeza?) para hacerle unos arreglillos y dejarla con el rostro de su difunta madre. Nada enfermizo, lo típico de todas las casas.
Para cuidar a su hija en su convalecencia, Arthur contrata a Joan Genova, una enfermera muy dispuesta, que oculta un secretillo de nada, su afición por practicar eutanasias con, por lo que parece, cada enfermo al que cuida. Entre ella y Lucille surge una atracción fatal y las dos se enamoran. En el colegio de enfermería seguro que le han dado algún premio o algo: cuando no mata a sus pacientes, se enrolla con ellos. Además, cuidarla tampoco la cuida mucho, porque no le deja que le cambie el vendaje, los kilos y kilos de vendas que lleva, para que no vea su cara quemada. No sé, para eso tampoco hacía falta una enfermera.
La escena culminante del romance llega cuando Lucille ya tiene los injertos de la piel de la cara medio bien, y se lanza cual pequeña tigresa sobre la enfermera. Estoy bastante segura de que no he visto un beso tan desagradable NUNCA, y me estoy acordando de la parodia del beso que hicieron de Crueles intenciones, con una anciana de 93 años. Es horrible. Es feo de ver. Pero la cosa no acaba ahí: Conforme la enfermera anda husmeando por la entrepierna de Lucille, a ésta SE LE CAE la piel de la cara porque no le llega el riego sanguíneo. ¿Donde tenías la sangre, Lucille? Ay…
Después de este despropósito de escena, en el cual no sabes si reir, llorar, excitarte, ponerte el documental de La Dos, o apagar el ordenador de golpe, como si estuvieras haciendo algo malo, las dos siguen con su vida, previa extracción de piel de la pierna de la enfermera para ponérselo a su amada en la cara. Aunque me quede en silla de ruedas, tu cutis estará perfecto, cariño. ¿Creías que era suficiente drama? No, amiga croqueta. La tía de ciento veinticinco años las encuentra besándose, casi le da un parrús de la impresión, y el padre despide a la enfermera. Que mi hija sea un engendro médico sí, pero bollera no, que a ver que van a decir los vecinos. Como colofón a la nada rocambolesca historia, la hija hace un Lost and Delirious y se tira por la ventana. Títulos de crédito.
Bandaged es una de esas películas que sólo te provocan una sensación: Alucine. Todo el rato. Es tarea casi imposible conectar con los personajes, porque el nivel de locura que tienen todos es digno de admirar, pero sin embargo tampoco funciona como película de terror, porque a pesar de la historia de base,. que daría para hacer una buena película, las interpretaciones (sospecho que el que sean alemanes hablando en inglés tiene mucho que ver) y la dirección dejan bastante que desear. El horror hecho película, pero un horror que me temo que no era el que la directora quería mostrar.