Hay un episodio en la segunda temporada de Transparent que tiene especial relevancia, que se alza por encima de los otros en profundidad. Es el noveno, Man on the land, en el que las mujeres Pfefferman acuden a un festival femenino, el Idyllwild Wimmin, y lo que en principio iba a ser un fin de semana de diversión, música, y fumar hierba, para Maura se convierte en una experiencia más que desagradable.
Este festival es un festival para “mujeres nacidas mujeres”. Esto es, mujeres biológicas. Las mujeres trans no son bien recibidas, y así se lo hacen saber a Maura. Esta temporada no va sobre salir del armario como transgénero. Para eso estaba la primera, que nos mostraba la dificultad de asumir las identidades, de contar la verdad, y de las consecuencias de ello. Esta segunda va un paso más allá, y nos habla de qué hay después de eso. Maura tiene claro que no es un camino de rosas, pero los acontecimientos de este episodio son tremendamente reveladores para ella. Porque se siente rechazada en un espacio, rodeada de mujeres y mujeres lesbianas, al que ella pensaba que pertenecía.
El género es una cuestión de identidad, no biológica. Como seguramente habréis oído alguna vez, no todas las mujeres tienes vagina. Solamente tras una revisión, tras un proceso de autoexploración, y mucho pensar, cada uno puede asumir el género en el que se encuentre más cómodo, o incluso decidir que ninguno, o varios, encajan con ella o él. Es personal, y nadie tiene poder de decisión más que el interesado o interesada.
Pero en Transparent lo que se nos muestra es que hay una corriente del feminismo, el denominado TERF (Trans-Exclusionary Radical Feminism), de algún modo enlazada con lo que nos presentaban nuestros colegas de De aquí al pans hace unos días, que cree que el que una mujer trans no puede ocupar espacios femeninos, porque se trata de una invasión del espacio reservado a las mujeres.
La serie hace un trabajo estupendo a la hora de retratar el viaje de Maura, y cualquier que haya visto la serie habrá sido capaz de empatizar completamente con ella, sintiendo vergüenza ante el rechazo y la exclusión al que es sometida en este episodio. Los argumentos que esgrimen se parecen peligrosamente a los de aquellos que, como hemos visto esta semana, han puesto en marcha una campaña para que los transgéneros usen los servicios del género que les fue asignado al nacer, bajo el argumento de que se pueden colar “hombres que quieren ver a mujeres en el baño”. Ya.
La directora, Jill Soloway, hace un montaje muy sutil, intentando unir la historia de Maura con la de su tía, quien también era transgénero, y que fue capturada a manos de los nazis. ¿Casualidad o invitación a la reflexión?