Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos han vivido un lavado de cara seguramente sin precedentes durante los dos mandatos de Barack Obama en la Casa Blanca: el presidente demócrata acabó a finales de 2010 con la política don’t ask, don’t tell que prohibía a las personas homosexuales o bisexuales revelar su orientación sexual; y en mayo de este año, unos meses después de anunciarse que las mujeres podrían servir en primera línea de combate, otros dos hitos han hecho del Ejército una institución más inclusiva. La archicondecorada general de la Fuerza Área, Lori Robinson, se convertía en la primera mujer comandante de combate, del Comando Norte, y Eric Fanning quedaba bautizado como el primer secretario del Ejército abiertamente gay. Ayer Obama echaba las últimas gotas de agua fría en la cara de las Fuerzas Armadas y el secretario de Defensa, Ashton Carter, anunciaba que las personas transexuales podrán salir del armario en las fuerzas del país.
Matiz importante este: en algunos titulares leeréis que “podrán alistarse en el Ejército”, pero esto no es verdad del todo. De hecho, Carter ha estimado que, de los 1,3 millones de militares en activo, hay unas 2.500 personas transexuales sirviendo en las Fuerzas. La cuestión está en que ahora, con esta nueva directiva que entra en vigor “con efecto inmediato”, las personas trans pueden salir del armario y no se les puede discriminar por razón de identidad de género. Es decir, que podrán decir el lema del Ejército, This We’ll Defend, sin temor a que los únicos a quienes no defiendan sean a ellos mismos. Esta medida también incluye el derecho a someterse a operaciones de cambio de sexo, costeadas por el Departamento de Defensa. Bien por Estados Unidos, una ley que tachar de sus 12 normas anti-LGBT del pasado y presente de su historia.
Vía: RTVE