Echar la vista atrás es, a veces, la única manera de seguir adelante. Recomponer las piezas del pasado para ganar perspectiva, y que el futuro sea, al menos, más prometedor de lo que se esperaba. La pertenencia es (o parece) exactamente eso, un ejercicio de retrospectiva que hace hincapié en los momentos más definitivos de la vida de la autora, esos momentos que, si te fijas bien, son los que hacen que todo sea así, y no de ninguna otra manera.
El libro, que es el primero publicado de Gema Nieto, combina recuerdos con sensaciones, momentos vividos con semblanzas de otras fuentes, y lo hace de un modo que desde el principio ya deja claro que la autora está sumida en una profunda melancolía. No es para menos, teniendo en cuenta la historia que relata.
La pertenencia no es una novela sencilla, ni siquiera en estilo. No es una historia de amor, no es un paseo por las nubes. Es una zambullida en lo más profundo de la experiencia vital de alguien, que nos deja finalmente con la esperanza de que el amor es la clave para superar el dolor, incluso el más profundo.