No sé si os acordaréis de Quiero ser. Si no lo hacéis no os culpo, hay cosas más importantes en las que emplear la memoria como el trabajo, los estudios y Laura Prepon. Quiero ser es el programa aquel de Dulceida y Sara Carbonero que duró en Telecinco lo que el chocolate en mi casa, dos días, creo recordar. Todo el mundo le lanzó tomates y lo relegaron a Divinity porque en esta casa no se tira nada y seguro que hay alguien que lo ve. Y efectivamente así fue. Hubo al menos una persona en este planeta que lo vio. Esa persona puede haber o no haber sido yo.
Vi un capítulo de casualidad. Lo típico que no echan nada en la televisión, estoy más aburrida que una ostra, tengo curiosidad por ver en qué se ha metido Dulceida y, para ser sinceros, hasta un documental sobre escarabajos me hubiera parecido entretenido. Me echo unas risas con el capítulo y que si jiji, que si jaja, mañana me veo otro porque mi vida es tan divertida como la de una piedra y no tengo mucho más que hacer, y luego otro más porque qué daño puede hacer, y a ver quien se ríe ahora porque con la tontería me he visto todo el programa de cabo a rabo, he seguido de cerca y casi con palomitas en la mano el drama de Celia Fuentes, y he asistido y participado en discusiones familiares sobre quien debía ganar el programa. Ha sido una droga muy mala.
La premisa de Quiero ser es la de tratar de descubrir al que está llamado a ser el mayor influencer español. Para ello, seis concursantes tutelados por Dulceida, Cristo y Madame de Rosa tendrán que competir entre ellos pasando pruebas “relacionadas con la moda”. No hay suficientes comillas en el mundo para poner en esa frase. Entiéndase por “relacionado con la moda” hacer vestidos con bolsas de basura, correr por el parque, vestirse en una furgoneta en marcha o hacer carreras con tacones en un parque canino. Los domingos es día de expulsión, uno de ellos se marcha para su casita y entra otra. Sara Carbonero es la que presenta todo esto, dice dos frases al inicio, tres al final, está guapa y cobra por ello.
Pero no nos engañemos, puede que hayamos ido por la moda, por Sara, por Dulceida o qué sé yo qué es lo que nos ha motivado para seguir el programa (a día de hoy aún intento averiguarlo), pero si nos hemos quedado, ha sido por otra cosa totalmente diferente, los puñales que volaban entre los concursantes. Más de uno ha salido de allí con la espalda con un colador de tanta puñalada trapera. Y cuanta más sangre llegara al río, mejor. La moda ya si eso.
El programa se ha terminado este domingo pero antes de que me diese tiempo a lamentar la pérdida, o bien se ha obrado un milagro o alguien en Telecinco se ha dado un golpe en la cabeza, porque lo han renovado para una segunda temporada.
Ay, estúpida y sensual telebasura.