Pese a que la lucha contra la construcción social de género ha derribado ya muchos muros a base de golpear bien fuerte con bolas más grandes que la vista en Wrecking Ball, aún quedan muchos recovecos por los que se cuela un zumbido muy molesto que repite, constantemente, eso de «las niñas deben ser delicadas como una rosa y los niños valientes como hombres de verdad».
La literatura infantil se unió a la lucha contra esta desigualdad innecesaria hace muchos años, ya que los estereotipos de género se aprenden a una edad muy temprana, crecen y se expanden más rápido que el resfriado común. Historias para no dormir desde que escuchamos los primeros cuentos de princesa conoce a príncipe azul, príncipe rescata a princesa y princesa, que esperaba sin rechistar y «así limpiaba, así, así», se lanza a sus brazos sin preguntarse si esa espada será la adecuada o si, tal vez, ella prefiere el arco.
«Yo quiero viajar, jugar correr y brincar y quiero vestir de rojo, de verde o de violeta» es una de las réplicas de nuestra protagonista. Carlota lucha contra todo y contra todos para demostrar que ella no es ninguna flor, ningún objeto a la espera de un rescate, ninguna princesa que necesite la aprobación de los demás para sentirse niña. Si quiere explorar mundos, está en su derecho. Si quiere llenarse de barro, puede hacerlo. Si quiere abarrotar su habitación de cojines rosas, adelante. Todo es poder elegir.
¿Y ellos? Raquel Díaz no olvida que para los niños también existe esta imposición (tan basada en nada en muchas ocasiones) y les dedica una rotunda y especial frase final: «Vosotros podréis vestir de rosa».
Sin duda alguna, todo este conjunto no puede escapar de las manos de aquellos madres y padres que quieran dejar claro que todos podemos ser lo que nos dé la gana de ser, una mujer valiente, un hombre sonriente, y que miren cómo pasan.
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