Rose (Piper Laurie, Twin Peaks), de 85 años, su hija Patty (Brooke Adams, Braindead) y su nieta Allison (Emily Baldoni) se reúnen en la casa del lago de la abuela para ponerse al día de sus vidas. La relación entre las madres y sus respectivas hijas no es la más suave del mundo, pero abuela y nieta se llevan fenomenal. Tanto es así que Allison se ha molestado en ir a la tienda de fotos y revelar un carrete que llevaba 45 años dentro de la cámara. Por supuesto, las imágenes ocultas durante tanto tiempo desencadenarán un torrente de recuerdos en Rose, y será la oportunidad para sincerarse con su familia sobre una temporada que la marcó para siempre.
En la década de 1960, la joven Rose (Shannon Collis) está pasando las vacaciones de verano en una casa junto al lago con su esposo, Joe (Max Adler). Allí conoce a Louise (Emily Goss, Mentes criminales), una fotógrafa que vive cerca con su esposo, Zee (Brett Dier). La relación entre las dos gradualmente se convertirá en una conexión más profunda y apasionada, oculta a la vista de sus respectivos esposos y de la sociedad en general.
No conocía esta película, que se estrenó el año pasado, y cuando me topé con ella en un tuit que no he sabido recuperar me pareció que podía ser adecuada para un domingo por la tarde. Acerté de pleno. A través de flashbacks vamos conociendo la historia de Rose y Louise, una relación cocinada a fuego lento a través del tiempo, y que inevitablemente tenemos que comparar con el presente y los hechos que vamos conociendo.
Es cierto que algunos diálogos y escenas pueden sonar a cliché, a novela romántica del baratillo. Pero, eh, nadie es perfecto, y la historia de las dos mujeres, acompañada de una fotografía luminosa y una banda sonora que engancha y sirve para enmarcar la época de una manera perfecta, es lo suficientemente tierna (y sexy) como para que lo podamos pasar por algo. Además, el contraste con la Rose anciana, con la angustia que después de tantos años puede liberar, funciona de maravilla. Muy recomendable.