A falta de que se celebre en Madrid la manifestación estatal del Orgullo, los actos oficiales de reivindicación del colectivo LGBT han terminado por este año. Se acaba junio y todo el mundo, incluidos empresas y partidos políticos, vuelven a sus avatares habituales en redes sociales, dejando atrás la bandera del arcoíris que les ha acompañado durante todo el mes de junio. Los telediarios vuelven a su programación habitual, esa en la que no se habla de nada relacionado con el colectivo LGBT excepto si es para recoger las declaraciones de quienes creen que somos algo homogéneo y tóxico, y los programas de televisión dejan los especiales del Orgullo para el año que viene. ¿Y ahora, qué?
A mi me parece fenomenal, y lo digo de verdad, que las reivindicaciones de igualdad se hayan convertido en algo público, y que las empresas se acuerden de nosotros un mes al año. Lo que pasa, lo que me molesta, es que solamente sea durante ese tiempo, y el resto del año seamos invisibles en políticas y promociones. Que McDonald’s sea lo más LGBTfriendly del mundo pero el encargado de uno de sus establecimientos no sea capaz de echar a quien amenaza a un chico por cómo va vestido, algo que hubiera pasado en cualquier otra fecha. Que Youtube sea el paradigma de la diversidad pero si tienes un canal LGBT te lo marque como contenido adulto y no te deje monetizarlo. Que no se nombre a cantantes o actores y actrices LGBT en los programas con motivo del día de la música y sí con motivo del Orgullo. Que los periódicos se llenen de listas y reportajes hablando de visibilidad cuando el resto del año ni se nos menciona.
El Orgullo sigue siendo necesario en tanto en cuanto seguimos siendo la excepción estacional, y no algo a contemplar todos los días. Me parece estupendo que junio sea el mes en que todo, desde estaciones de metro a sugerencias de lecturas de suplementos dominicales, sea LGBT. Pero es que yo necesito, nosotras necesitamos, esa clase de visibilidad todo el año, porque existimos los 365 días.