No me resisto a titular este artículo del mismo modo que Afterellen ha llamado a su recap del último episodio emitido de Person of interest. Si no lo has visto, te avisamos de que va a estar lleno de espoilers.
Lo de Person of interest es una historia que sabíamos cómo iba a acabar incluso antes de comenzar. Cuando la cadena decidió no renovarla, los guionistas intentaron darle un final digno, un cierre que envolviera todas las tramas que hemos visto hasta ahora, y todo eso sin que la serie no perdiera ni un ápice de su esencia. Lo que en su primera temporada era un procedimental entretenido sobre salvar a alguien que estaba en peligro, o intentar detener a alguien que podía causar daño a otros, se convirtió, de manera tan discreta como potente, en una distopía en la que la moralidad, lo que está bien y lo que está mal, se difumina de manera brillante. Y, pese a eso, nosotras tenemos claro qué lado es el de los buenos.
La batalla contra Samaritano es algo que está perdido. Él cuenta con miles de operativos, y La Máquina, con cinco locos que, siguiendo las historias de Cervantes de hace cuatro siglos, luchan contra gigantes de manera desesperada. Tienen a un Dios de su parte, pero un Dios cuyo creador quiere domar por miedo a que se descontrole y se convierta en algo similar a su adversario. Pero, pese a todo, el último episodio es el principio del fin. Lo que empieza y lo que termina todo.
El episodio comienza con Finch autorizando a la máquina para que elija una voz. Basta ya de alfabeto radiofónico: ella se merece poder comunicarse. Por eso, cuando tras el tiroteo en el que Root es alcanzada por una bala, la voz que Finch escucha al otro lado del teléfono es la de la propia Root, contenemos el aliento sin remedio. Es la confirmación de que ha muerto. Aunque no del todo.
Antes de Shaw, el primer amor que tuvo Root fue La Máquina, una relación mucho más íntima que la que ha tenido con nadie, y es una progresión natural del personaje, y de la historia, que Root se fusione de algún modo con ella. Es potente. Es brillante. Es casi poético.
De ningún modo me gustaría que la muerte de un parte Root, pero muerte al fin y al cabo, y el significado que esta tiene dentro del universo de la serie, se viera reducido a “otra lesbiana muerta más en una serie en 2016”. Lo es, pero no por las mismas razones que pueden servir para otros personajes de otras series. Root y Shaw han desarrollado una relación, una intimidad, completamente diferente a otras ficciones. No es una historia de amor al uso, y ni siquiera es LA historia de amor de la serie, una serie, por otra parte, que nunca ha dado tregua a ninguna pareja.
Puedo entender que una parte del fandom esté enfadada porque Root haya muerto sin dar un cierre a su historia con Shaw. Pero es que realmente no hacía falta. Las confesiones entre las dos, siempre con la banda sonora de los disparos de fondo, las muestras de amor, las miradas de complicidad, han sido una delicia. Y aunque la consumación de ese amor sólo haya sucedido en la mente de Shaw, nosotras ya lo hemos visto y, mucho más importante, Root es consciente de que ese amor es recíproco. La propia Amy Acker, en una entrevista a Afterellen, se muestra contenta por eso mismo.
— ¿Cual es tu punto de vista en el hecho de que veamos a Root y Shaw juntas, pero no necesariamente pase en la vida real?
Creo que ese episodio fue realmente fascinante, y que Sarah hizo un muy buen trabajo. Para mi, lo que me gusta desde el punto de vista de Root, es que mostraba que no era una relación unilateral. En la simulación, ella estaba pensando en Root. Me habíais visto suspirando por Shaw y tratando de encontrarla y no se había visto su parte, pero creo que eso igualó la relación.
La serie no ha terminado. Todavía quedan tres episodios en los que, inexorablemente, veremos morir a más de un personaje principal. Pero de Root todavía tendremos algo. Como ella misma dice en el episodio, La Máquina los conoce tan bien que es capaz de comportarse como ellos, de ser ellos. Root es La Máquina. Root es Dios. Dios es lesbiana.