En el episodio anterior:
La primera asesina que ha ido a por Haru, Otoya Takechi, ha sido neutralizada. Pero todavía quedan diez…
La enemiga de este episodio es otra de la casa de la pradera (se ve que les tienen manía y son las que se quieren cargar primero), Kôko Kaminaga. Esta es un poco más sutil que Otoya y parece menos loca, así que quizás por eso el episodio en cuestión se nos ha hecho un poco cuesta arriba.
Kôko comparte habitación con Suzu Shutô, que básicamente es como un viejo: que si sales de baño, que si me duelen los hombros, que si jugando al gô en el sofá… Y mientras tanto Kôko se dedica concienzudamente a revisar planos del dormitorio y a analizar a Haru.
Las chicas están de exámenes, así que en este episodio tenemos a Haru y a Tokaku comportándose como, sorpresa, las adolescentes que son: estudiando en la biblioteca. Bueno, Haru estudiando y Tokaku no sabemos muy bien haciendo qué.
Mientras tanto Haru va a la lolicon oficial de la historia y le pregunta por qué estas desviaciones siendo tan joven. Oh, vale, le pregunta por qué siempre van de la mano.
Después de una excusa rarísima sobre perderse, Chitaru le confiesa que ella no ha venido a Myôgô a matarla. Como Hitsugi eso se lo calla, entendemos que la asesina aquí es ella.
Nio, que es una lianta que no te esperas, se dedica a molestar a nuestras protagonistas con leyendas urbanas sobre la escuela.
La que realmente emociona a Haru es la del libro prohibido en la habitación secreta de la biblioteca. Si escribes tu nombre en la tarjeta de dicho libro, serás feliz para siempre.
Con la importancia que le dan los japoneses a esto de los parciales y lo empollona que parece Kôko, es casi una aberración que la muchacha le envíe el aviso de asesinato al segundo día de la semana de exámenes. Tokaku y Haru llegan de estudiar en la biblioteca y se encuentran con una cita de Martín Lutero.
Aquí habría que analizar si realmente sus métodos son mejores que los de su predecesora: Para empezar pone sobre aviso a Tokaku y para terminar… atacarlas tan inmediatamente después de la carta no es muy efectivo porque ambas están en guardia. Por primera vez en cuatro episodios Tokaku empieza a demostrar que es la mejor de su academia y desactiva una granada y evita una bomba.
Llegados a este punto ya empezamos a vislumbrar que la morenaza de los recuerdos de Kôko tiene algo que ver con su presencia en la clase Kuro.
Fue su incompetencia a la hora de plantar una bomba la que mató a su maestra, justo antes de que esta le filosofara sobre Lutero y su cita.
Descubrimos también que el orfanato ¿protestante? que acogía a Kôko era en realidad una escuela de asesinos. Porque, por si no lo sabéis, cualquier institución que acoja a niños es una escuela de asesinos. El parvulario de al lado de tu casa, el casal de jóvenes de tu barrio, las casas de colonias de verano… seguramente no seas una asesina porque no diste la talla. Piénsalo, amiga croqueta.
Como aquí nadie está preocupado de tener una amenaza de muerte a sus espaldas, las amigas Haru y Tokaku se escapan en la noche a buscar el famoso libro de la leyenda urbana. Por supuesto Kôko las escucha y por supuesto orquestra un intento de asesinato tan peligroso como ineficiente.
Aunque por dios que alguien le preste un cerebro a Haru porque ya es ridículo no sospechar que si tu colgante aparece en un sitio así no es casualidad. Nuestra caballero andante, Tokaku, se lanza al peligro y salva a Haru con su cuerpo. Si esto no es amor, yo ya no sé qué estoy viendo.
Una pregunta que nos hacemos aquí es… ¿Cómo nadie aparece después de que haya explotado una maldita bomba en la academia? ¿De verdad en Myôgo nadie se ha dado cuenta de la explosión? Sea como sea, Tokaku y Kôko tienen su enfrentamiento sin mirones ni interrupciones.
En ese caso, lo más interesante es conocer que Tokaku es de la familia Azuma, que entendemos que tiene que ser una estirpe de gloriosos asesinos o algo así. Las dotes de pelea de Kôko son tan mediocres que Tokaku la desarma en un santiamén.
No hay especial tensión en este momento. Kôko quiere dejar de ser una asesina, y realmente tiene cero dotes para ello. Se rinde a la primera de cambio y al día siguiente, una flor del infierno aparece en su pupitre. Al final quien más pena te da es el profe, que parece sufrir cada vez que se le va una alumna.
Lo que mosquea un poco es la cantidad de interacciones que se están saltando en pos de contarte naderías. En el manga, cuando Suzu ve la flor, nos explica su signficado (“Volveremos a vernos”) y menciona como le gustaría que eso fuera verdad. Aquí sólo hace un frío comentario de como Köko no pegaba nada en la clase Kuro.
La que es un poco más amable es Haru, que ha apuntado el nombre de Kôko en la tarjeta de lectura del libro prohibido, La vida de Lutero, para asegurar su felicidad.
Terminamos con el ending que canta la seiyuu de la asesina de la semana, Haruka Yoshimura, Across the Fate (¿Quién enseña inglés a estos japoneses?)
https://www.youtube.com/watch?v=vCeU0rd_2uI