En los albores del cine, cuando todavía casi todo estaba por contar, las relaciones entre mujeres no tardaron en aparecer. En 1930, una impresionante Marlene Dietrich, vestida con un sugerente smoking y sombrero de copa, le robaba un beso a otra mujer, en agradecimiento por haberle dado una rosa, en la película Morocco. Este es el primer beso lésbico en pantalla del que se tiene constancia, y fue todo un escándalo en la época.
En 1931, un año después de este hecho, se formaba en Berlín la productora Deutsche Film-Gemeinschaft, con el único propósito de rodar una película comercial, es decir, que produjera beneficios en taquilla. No se buscaba aquí ningún propósito artístico, ni siquiera propagandístico. Se trataba de crear lo que sería, también, el primer blockbuster de la historia del cine. La obra La niña Manuela (Das Mädchen Manuela), de la novelista austro-húngara Christa Winsloe, fue la inspiración para el guión de la historia. La misma Christa participaría a la hora de adaptar la trama, que cuenta la historia de Manuela von Meinhardis quien, tras perder a sus padres, es internada en un colegio para hijas de oficiales.
En este internado, exclusivamente femenino, todas las alumnas admiran profundamente a la señorita von Bernburg, y Manuela también cae enamorada perdida de su profesora. La diferencia con sus compañeras estriba en que la profesora también se enamora de ella, a juzgar por las miradas lánguidas que se dedican durante todo el film. Von Bernburg tiene la costumbre de darle un beso de buenas noches en la frente a las chicas, pero con Manuela no puede resistirse, y se lo da en los labios.
Nada sutil, como véis. La historia empieza a torcerse cuando, tras una función teatral en la que Manuela interpreta a Don Juan Tenorio, borracha por el ponche, Manuela declara su amor a los cuatro vientos.
Srta. von Bernburg usted es amor, ¡yo la amo! ¡y se que usted me ama!
Esto, obviamente, no le parece nada bien a la directora, que la castiga. Cuando la profesora de sus amores se entera, va rápidamente a hablar con ella, y unas escenas después, Manuela amenaza con suicidarse, en el primer bollodrama del que se tiene constancia. La cinta se grabó con dos finales diferentes, uno para Estados Unidos, que vivía bajo el código Hays, como ya comentamos en el artículo sobre los Círculos de Costura, y otro para la más progresista Alemania.
Este film es una rara avis dento del contexto histórico en que se rodó. Para empezar, todo el elenco está conformado por mujeres, incluída la escritora Erika Mann, hija del premio nobel Thomas Mann, y amiga íntima de la también escritora Anne-Marie Schwarzenbach, uno de los mitos lésbicos del periodo de entreguerras. La directora y la guionista también fueron mujeres, algo inédito hasta entonces. Decir que fue un adelanto a su tiempo no es exagerar lo más mínimo. Valga como prueba que en 1958 se rodó una nueva versión, con Romy Schneider a la cabeza, y la trama lésbica quedó muy descafeinada, por no decir prácticamente oculta.
Aunque bajo el régimen nazi se censuraron varias escenas, curiosamente no por la homosexualidad de la historia, sino por el retrato que se hacía de los Prusianos, siguió siendo un éxito de taquilla. Con un coste de 55.000 marcos, recaudó más de seis millones en tres años. Todo un éxito. Sus protagonistas se convirtieron en estrellas: Herta Thiele recibía miles de cartas de fans, casi todo mujeres, rendidas a sus encantos.
Este fue el pistoletazo de salida de un género que tuvo mucho éxito años antes de la llegada de la guerra mundial: Historias con mujeres como protagonistas de las que, más o menos explicitamente, se podía sospechar que eran lesbianas, siendo la más conocida la biografía libre de la reina Cristina de Suecia, protagonizada por Greta Garbo en 1933.