Eurovision (leído ogovishion, así, en francés) es uno de los festivales más trash, divertidos, y que más pasiones despierta entre los eurofans desde el mismo momento en que termina cada año. Ahí comienzan las apuestas para intentar despejar que es lo que ha salido mal, y por qué motivo España no deja de caer en la tabla. Este año RTVE, con la colaboración del público, ha escogido a Barei, una cantante que ha presentado una propuesta fresca y, al menos, diferente a todo lo que habíamos enviado al Festival en pasadas ediciones.
Por motivos que no alcanzamos a comprender, el Festival moviliza a hordas de hombres homosexuales todos los años. Quizá tenga que ver con la cantidad de divas que han representado a sus respectivos países: de Celine Dion a Massiel, de Soraya a Conchita Wurst. Pero las lesbianas no permanecemos ajenas al evento. De hecho, somos parte del evento, y lo hemos sido siempre.
En 1997 Katrina and the waves, la mítica banda capitaneada por Katrina Leskanich ganaba el Festival con la que en ese momento era la mayor puntuación conocida. La canción Shine a light se convirtió en un himno nacional, y Katrina, quien ya era famosérrima por canciones como Walking on sunshine, era elevada al altar de Divas eurovisivas. Actualmente Katrina, que está casada con su mujer desde 2008, es DJ en la radio inglesa.
https://youtu.be/1TouzY3_yq0
El siguiente hito croqueta conocido en el Festival tendría que esperar unos cuantos años. No sería hasta 2003, el año en que Beth encabezaba la delegación española con un top mínimo y un estilismo en blanco que nos hizo abrir mucho la boca, cuando volviéramos a ver croquetas corretear por ese escenario letón. Las TATU fueron las encargadas de representar a Rusia, una Rusia que en ese momento vivía un furor lésbico que contagiaba a media Europa. Luego se desveló todo una mentira, pero en ese momento, la posibilidad de que dos chicas se besaran en directo en un festival que ven millones de personas era casi casi como despertarte un domingo y ver que tu madre había hecho churros. Al final hicieron una cosa muy rara, pero ni beso ni nada.
2007 fue, definitivamente, el año más lésbico de Eurovision. La representante de Serbia, país que competía por primera vez en solitario y no como parte de otro país, llevaba hasta el escenario una balada muy torturada y muy intensa ¡y ganaba!. El equivalente balcánico de “tú eres quien me hace llorar pero sólo tú me puedes consolar”, suponemos. Marija Šerifović, enfundada en su smoking y con sus gafas de pasta, éramos todas y cada una de nosotras.
Finlandia nos trajo en 2013 la reivindicación más divertida de la historia de las reinvindicaciones. Krista, en tres minutos, nos cantaba sus ganas de casarse con su amor, que resultaba ser… otra mujer. No quedó excesivamente bien en la tabla final, pero nos da exactamente igual, porque Krista lo mola todo.
Y no nos olvidamos de Conchita, ni de Dana, ni de tantas otras que, de un modo u otro, han hecho del Festival algo más inclusivo y más divertido, porque cabemos todas. Desde aquí le deseamos suerte a Barei. ¡Danos una alegría, anda!