La polémica ha vuelto al fútbol femenino, y lo ha hecho a lo grande. La semana pasada 5 jugadoras de la selección estadounidense de fútbol pusieron una demanda a su federación por discriminación salarial. Las jugadoras denuncian que cobran un 40% menos que los jugadores de la selección, pese a haber ganado 3 mundiales y 4 oros olímpicos, mientras que los hombres solo han pasado a cuartos de final de un mundial una única vez (2002).
Las jugadoras que han denunciado esta situación han sido las campeonas del mundo Hope Solo, Megan Rapinoe, Alex Morgan, Becky Sauerbrunn y Carli Lloyd, que cuentan que desde la federación dicen estar decepcionados, y que les intentan convencer de que deberían de estar agradecidas por poder jugar de una manera profesional, pudiendo vivir del fútbol, quitando importancia a la brecha salarial que existe entre las dos selecciones. Alex Morgan dice que las mujeres futbolistas han tenido que renunciar a tanto como los hombres para llegar donde están, o incluso más, y que si la entrega, el trabajo y la preparación física y mental que cada una de las jugadoras aporta es equiparable a la de los chicos, el salario debería serlo también.
Muchas de vosotras podréis estar pensando que es una pena pero que las mujeres atraen una masa menor de gente y por lo tanto menos ganancias, y claro, ‘es lo que hay’. Pues dejadme que os cuente que no. Los mismos números de la federación estadounidense dejan claro que durante el año 2015 el equipo femenino recaudó un total de 16 millones de dólares, mientras que el equipo masculino perdió 2 millones. Y no es difícil de entender: Cuando tus jugadores cobran un 40% más de media, el equipo no tiene logros con premios económicos “importantes” (luego entramos en esto), y no pasas de las primeras fases de las competiciones – por lo tanto juegas menos partidos y recaudas menos con los espectadores – resulta que los números no te salen.
El equipo femenino en cambio gana más, y por increíble que les parezca a algunos, resulta que mueve una masa de gente bastante importante. De hecho, la final del Mundial de Canadá tuvo el mejor dato de audiencia de Estados Unidos en lo referente al fútbol. Casi 23 millones de personas vieron aquel día el partido, números equiparables al séptimo encuentro de la World Series (Béisbol) del 2014. En cuanto al público asistente, es verdad que viendo la asistencia de los últimos partidos como locales ellos tienen mejores números, pero si nos detenemos a mirar los rivales veremos que mientras que las chicas mantienen un número considerable de aficionados de manera más o menos constante, los chicos solo mueven masas de gente en partidos contra rivales grandes, las masas son bastante más modestas contra los demás. Por esa razón la diferencia no es tan grande como puede aparentar en un principio.
Si además de cobrar menos por estar en la selección (en los clubs ya ni hablemos), resulta que además también se cobra menos en los premios por cada victoria, poco debate nos queda por hacer. Mientras que el equipo ganador del Mundial femenino ganó 2 millones al declararse campeón, el masculino (en este caso Alemania) se llevó 35 millones. Eso es un 5.7%. La diferencia es completamente absurda.
Visto a lo visto, solo nos queda animar a las chicas de la selección estadounidense y esperar que después de esta demanda la igualdad salarial deje de ser algo que haya que seguir reclamando en cada deporte y en cada federación.