Niki se estaba muriendo de cáncer de ovarios y lo único que quería era que su Estado, el Estado de Indiana, reconociese su matrimonio con su mujer, Amy Sandler, antes de que llegase el inevitable final. Lo único que quería era ese respaldo legal que permitiese que su mujer y sus dos hijas no viviesen en un limbo cuando ella ya no estuviese. Niki lo acabó consiguiendo, pero tan solo unos meses antes de morir, porque se topó con un muro que fue difícil de sortear. Un muro con nombre y apellidos, que seguramente os suene: Mike Pence, por aquel entonces gobernador de Indiana y a partir de los resultados electorales del 8 de noviembre, vicepresidente electo de Estados Unidos, que no se achantó en los tribunales para impedir que esa pareja fuese reconocida legalmente en Indiana. La justicia le dio la razón a ellas. Y ahora las urnas han puesto a ese hombre en la vicepresidente de Estados Unidos.
Es la propia Amy Sandler, viuda de Niki, quien cuenta la desgarradora y dolorosa historia en una carta publicada en TIME con el nombre “Las políticas de odio de Mike Pence casi impiden que estuviera al lado de mi mujer mientras moría”. Y lo hace, en la misma publicación que ha nombrado a Donald Trump persona de 2016 –“la persona que más influencia ha tenido, para bien o para mal, en los acontecimientos del año”, explica TIME–, porque quiere que “todo el mundo sepa qué tipo de hombre” es Pence y el “tipo de cosas que es capaz de hacer”.
Amy y Niki se conocieron en Washington D.C. en el 2000. Ese mismo año, Pence fue elegido para la Cámara de Representantes de los Estados Unidos por el 6º distrito de Indiana, un puesto al que llevaba postulándose, sin respaldo en las urnas hasta entonces, desde 1988. De su paso por la Cámara –y los años que siguieron– ya habló a grandes rasgos Marca en este artículo, una aproximación de la línea ideológica de el hombre al que se definió durante la campaña como “el verdadero peligro”.
Ya en ese año que daba inicio al siglo XXI, Pence propuso que el Congreso debería reorientar el dinero federal que invertía en organizaciones LGBT. La carrera política del entonces congresista republicano comenzaba como la crónica de una homofobia anunciada que, por desgracia, Amy y Niki vivieron en sus propias carnes, con un Pence ya gobernador de Indiana desde 2013. Y que la primera quiere que cale en una sociedad que ha elegido como vicepresidente a Pence.
“Cuando Niki tenía 33 años, le diagnosticaron cáncer de ovario. Durante los siguientes seis años, creamos una familia juntas, nos casamos en Massachusetts y tuvimos dos increíbles, preciosas hijas, que ahora tienen 5 y 3 años”, explica Amy en la carta. “Cuando agotamos todas las opciones de tratamiento tradicionales –continúa–, supimos que necesitábamos asegurar los derechos de nuestra familia. Niki y yo nos unimos a una demanda presentada por el grupo de defensa LGBT Lambda Legal, Baskin v. Bogan, para que el estado de Indiana reconociera nuestro matrimonio”.
Un tribunal federal de primera instancia reconoció la unión de la pareja, y lo hizo de emergencia por la cada vez más débil salud de Niki, pero el gobernador Pence apeló inmediatamente la respuesta judicial. Los demandantes del caso Baskin volvieron a ganar el juicio, y el poder judicial ordenó al estado de Indiana que reconociese todos los matrimonios del caso. Pero Pence volvió a apelar. Los abogados de Niki y Amy pidieron a la corte que levantara la suspensión del caso por el estado de salud de Niki, pero un abogado del Estado se opuso.
Fue finalmente la Corte de Apelaciones del Séptimo Circuito quien dictaminó que Indiana “estaba violando” los “derechos constitucionales” de la pareja y todos los demandantes al “imponer su prohibición de matrimonio entre personas del mismo sexo”. “Niki falleció poco después de nuestra victoria matrimonial”, apunta Amy.
Niki murió, pero Pence siguió con sus normas y leyes retrógradas e injustas. “Este es nuestro próximo vicepresidente: un hombre que no puede gobernar para todo el mundo, solo para las personas que a él le parece que son ciudadanos de bien”.
“La mañana siguiente a las elecciones –continúa Amy–, la idea de la muerte me alcanzó de una manera nueva e invasiva. El dolor que sentí el miércoles [el día siguiente de los resultados electorales] fue peor que el día que Niki murió. Tuve seis años para prepararme para su muerte, pero no tuve tiempo para darme cuenta de que ese hombre que atacó mi familia estaba a un segundo de la presidencia”. La elección de Pence como vicepresidente de Estados Unidos ha hecho amarga una lucha que, en su momento, ya fue amarga.
“Cuando Niki se fue de nosotros demasiado pronto, se consoló sabiendo que al menos podríamos encontrar dignidad y compasión a los ojos de nuestro estado. Es lo que ella quería para todas las parejas y los niños de Indiana, y de toda la nación. Ojalá pudiera decirle que lo conseguimos. Pero después del 8 de noviembre, no puedo hacerlo”, concluye Amy su relato. Puedes leer la carta entera en este enlace, y saber más del equipo de Donald Trump en el artículo de Marca.