InicioOpiniónLa inmensa suerte de poder ver el cine en pantalla grande

La inmensa suerte de poder ver el cine en pantalla grande

Publicado

Lo del Festival de Cannes de este año está siendo un absurdo tras otro. Comenzó fatal, utilizando la tecnología para el mal como no hemos visto hace tiempo en ningún villano, y además sin pagar ningún precio por ello: haciéndole photoshop a Claudia Cardinale. Pero es que la siguiente polémica es, si cabe, todavía más absurda e incomprensible, y trata de separar el “buen cine” del otro, del cacoso, utilizando no conceptos de técnica fílmica o la capacidad de emocionar de la cinta, sino el lugar donde se ve.

Intentan explicar los críticos que el cine se tiene que ver, valga la redundancia, en el cine. En silencio, oscuridad, y una pantalla grande. Y bien, me parece respetable, e incluso en una dimensión perfecta, realista. La columna de Jesús Mota en El País de ayer, si la leyéramos sin ir más allá, está hasta bien planteada, porque intenta establecer una correlación entre lo que se ve y la experiencia de verlo, como si viéndolo en otro lugar que no fuera una sala fuera una incapaz de establecer una relación con la cinta.

Y oye, que yo lo compro. Que ojalá poder ver todas las cintas del mundo en un cine, completamente abstraída por lo que me quiere contar el director, y yo creyéndome parte de la historia, de esa historia que no cuenta nada, que no existe, hasta que una no la ve. Pero la realidad, a veces, se empeña en rompernos la ilusión a los pobres mortales.

Y ese, bajo mi punto de vista, es el caso de los cines, por un montón de cuestiones que no voy a pasar a desgranar, excepto una. Podría hablar de mil cosas para contarle a los JesusesMotas del mundo por qué ver el cine en pantalla grande es un lujo que no está al alcance de todos, como por ejemplo, y empezando por lo más pueril del mundo, por una cuestión monetaria, de precios. O hablar de la distribución de las películas, porque a lo mejor estos señores no saben que en muchas ciudades y pueblos las opciones se limitan, y que las personas de provincias tenemos que ir a las diez el viernes y el sábado, y a las ocho el domingo, si queremos ver el blockbuster de turno, que es lo único que llega a los multicines de al lado del Conservatorio, los únicos que hay. También podría contarle que, en 2017, es mucho más fácil encontrar silencio, oscuridad y una pantalla grande en nuestras propias casas, donde nosotras mismas podemos propiciar que todo eso ocurra, y no dejar al azar los compañeros de sala.

Intentar decir que los espectadores van a ser incapaces de establecer una conexión con el film a causa del soporte es prepotente, snob, y tener la empatía de una cebolleta tierna.

El cine es, ante todo, emoción y capacidad para conectar. Resulta enormemente difícil disfrutar de una historia que te resulta ajena, y precisamente al contrario cuando puedes verte representada en pantalla. Durante muchísimo tiempo las personas que no éramos hombres cis blancos y heteros hemos tenido que esforzarnos para encontrar nuestras historias en pantalla, pero oye, hemos disfrutado mucho del cine. Muchísimo. Una barbaridad.

Ocurre que de un tiempo a esta parte, el cine comercial, ese que llega a las salas convencionales, el que vas a ver con un cubo de palomitas y lo pasas bien un rato, ha empezado a abrirse, y a contar otras historias que, a lo mejor, le podían interesar más al 50% de la población, las mujeres. Pero los pasos son tan tímidos como los de un bebé que teme caerse. Y ya no hablemos de mujeres LGBT. Hemos tardado 90 años en tener un Carol, y desde su estreno no hemos vuelto a ver nada igual.

Internet se ha convertido para muchas de nosotras en el único medio por el cual podemos disfrutar del cine igual que lo hace Jesús: conectando. No todo lo que se ve en un cine es de calidad, y no todo con lo que conectas merece un Oscar. Pero si de comunión con el relato hablamos, la sala queda en un segundo plano, y lo que permanece es la verdad universal que se cuenta en la película. Por más que esté rodada en 35mm o en HD. Y por más suerte que tengas de poder verla en pantalla grande o buscarte la vida e internet.

Pero intentar contarle al mundo que la única manera de emocionarse con un film es verlo en una sala es negarle a muchísimas personas la validez de esa emoción, porque, directamente, no van a ser capaces de verlo proyectado. ¿Carol es menos Carol si lo veo en el salón? ¿La vida de Adèle gana si la veo en el cine con 200 personas más gritándole a la pantalla, como me pasó a mi cuando la fui a ver?

Mira, Jesús, aunque sé que no me vas a leer: me alegro profundamente de que tu experiencia como espectador sea tan rotunda y fantástica como la cuentas, pero que tengas la suerte de poder vivirlo así no implica que la de los demás no funcione. Porque sí lo hace.

Últimos artículos

Bloom, las nuevas bragas menstruales de Intimina

Una de las mayores revoluciones de este siglo ha sido, para mí, la de...

El Lyceum Club de Madrid: feminismo, té y amor entre mujeres en los años 20

La escena podría parecer cotidiana: un grupo de señoras en el Madrid de los...

¿Recordabas estos videoclips con croquetas?

Los videoclips musicales son una forma de expresión artística que puede abordar una amplia...

10 juguetes para sáficas en el Mes de la Masturbación

El próximo miércoles 28 de mayo celebramos el Día Nacional de la Masturbación, aunque...

Kany García responde al Papa: ‘En mi casa somos dos mujeres y somos una familia’

No es la primera vez que alguien desde el Vaticano suelta una perlita sobre...

‘Des Preuves d’Amour’: cuando ser madre tiene que justificarse quince veces

A veces las historias más sencillas son las que más te atraviesan. En medio...

¿Por qué deberías ver la segunda temporada de ‘The Ultimatum: Queer’ Love si ya te enganchaste y sufriste con la primera?

Cuando Netflix estrenó The Ultimatum: Queer Love, las lesbianas y bisexuales del mundo entero,...

Zahara, pregonera del Orgullo de Jaén, nos recuerda que es bisexual

La cantautora ubetense no solo nos ha regalado canciones que nos atraviesan el alma...

‘Yellowjackets’ tendrá cuarta temporada

¡Buenas noticias para las fans del caos, la sangre y los traumas que nunca...

Taylor Jenkins Reid, autora de Evelyn Hugo, sale del armario como bisexual

Taylor Jenkins Reid ha soltado la bomba y, sinceramente, ahora entendemos muchas cosas. La...

‘You Can Live Forever’: salir del infierno

You Can Live Forever es una joya del cine independiente canadiense que, sin hacer...

¿Pueden los juguetes sexuales provocar candidiasis? Una guía completa sobre salud íntima y autocuidado

La vida sexual forma parte esencial del bienestar físico y emocional, y en los...

¿Kristen Stewart mordiendo el cuello de Elizabeth Olsen en una discoteca ochentera? Sí, por favor

Lo que parecía solo un deseo colectivo de la croquetada internacional podría convertirse en...

Gillian Anderson y Hannah Einbinder se unen en un slasher queer

Hay nombres que juntas provocan un pequeño cortocircuito en la cabeza de cualquier lesbiana...

El odio sigue aquí: más ataques, más discriminación y más miedo para el colectivo LGTBI+ en España

Imagen: Víctor Torres El informe Estado LGTBI+ 2025 no deja lugar a dudas. El odio...

Más como este

LesGaiCineMad 2018: ‘The Miseducation of Cameron Post’

LesGaiCineMad, el Festival Internacional de Cine LGBT de Madrid, nos ha ofrecido un año...

Iluminación bisexual: ¿casualidad o reivindicación?

Desde el año pasado, la comunidad LGBT ha estado observando que una paleta cromática...

La culpa de que no haya lesbianas en tv no la tenemos las lesbianas

Hace un tiempo, Tina Fey pasó por el programa No necesitan presentación, de David...

‘Las chicas del cable’ y ‘The Handmaid’s Tale’, en los GLAAD Media Awards

Los GLAAD Media Awards, los premios que otorga anualmente la organización sin ánimo de...

Las mujeres solo dijeron el 27% de las palabras en las películas más taquilleras de 2016

La científica Amber Thomas pensó que 2016 iba a ser el año de los...

‘Fucking Amal’, prejuicios everywhere

La vida no es fácil para Agnes. Es una adolescente inadaptada que vive en...