Todas las generaciones tienen, en mayor o menor medida, un día concreto en el que se dieron cuenta de que juntos eran más. En la mía, el referente había sido las movilizaciones de 2003 contra la entrada de España en la Guerra de Irak. El No a la guerra recorrió todos los puntos de España, convirtiéndose en un grito colectivo contra la injusticia. Pero, desde ayer, tenemos una jornada más para el recuerdo, un día en el que todas las mujeres nos unimos, y nos dimos cuenta de que no estábamos solas.
Si algo me ha quedado claro de hoy, es que no estoy sola. #8m
— Blissy (@blissy) March 8, 2018
Más de 60 ciudades convocaron manifestaciones feministas para hacer de este 8 de marzo algo inolvidable, la catarsis de algo que se venía gestando gracias a las redes sociales, que como bien explica su nombre, sirven para entretejernos entre nosotras, para compartir nuestras experiencias, esas que antes se quedaban en una conversación de cafetería con tus amigas, o en la nada, porque no querías compartirlas. La conversación sobre qué significa y qué implica ser mujer, y sobre todo, la injusticia que la sociedad (machista) comete contra nosotras en diferentes ámbitos ha sobrepasado lo privado, y se ha convertido, como bien vimos ayer, en algo que nos revienta por dentro, y tenemos que sacar y mostrar. Porque no somos pocas, porque no estamos locas, porque esto tiene que terminar.
Ayer fui a la manifestación de mi ciudad, de Huesca. Huesca es una capital de provincia de unos 50.000 habitantes, un sitio pequeño en el que, además, no suele haber grandes movilizaciones por casi nada. Se convocaron actividades durante todo el día, y todas estuvieron llenas de mujeres, desde la cadena humana hasta el acto central de por la tarde, donde se dividió la salida en dos columnas que confluyeron en uno de los paseos centrales. Nunca había visto tanta gente concentrada, y mucho menos tantas personas gritando con la misma voz, ni portando tantas pancartas, hechas con medios caseros, pero llenas de creatividad e ilusión.
Niñas gritando que no eran princesas, sino guerreras. Abuelas cantandose que eran Superwoman. Miles de estudiantes de instituto y universidad haciéndonos sentir orgullosas a las que tenemos algunos años más, y dándonos envidia por lo concienciadas que están, y lo preparadas, y lo luchadoras, y lo preciosas que son cuando están todas juntas. Imágenes llegando por Whatsapp de otras ciudades como Madrid, o Vigo, donde las mujeres desbordaron las calles por cientos de miles.
Tenemos que estar orgullosas de lo que hicimos ayer. No era fácil, lo teníamos todo en contra, pero lo hicimos fácil. Ahora, a seguir.