El Premio Turner es el premio más prestigioso en el área de arte contemporáneo. Se otorga desde 1984 a un artista británico menor de 50 años que expuesto su trabajo en el plazo del último año, y está dotado con 25.000 libras para el ganador. O, como en el caso de este año, ganadora. Charlotte Prodger, creadora de videoarte, se ha alzado con el premio, en una edición que por primera vez ha dejado fuera de los finalistas a las dos artes más reconocibles y tradicionales: pintura y escultura.
Charlotte hace uso del teléfono móvil como una extensión de sí misma para, desde una perspectiva en primera persona, narrar acontecimientos autobiográficos. La obra que le ha valido este premio contaba su salida del armario como lesbiana, y como audio se ha acompañado de sonidos de la campiña inglesa o de extractos de discursos por los derechos LGBT.
El jurado ha alabado la obra de esta arietista, por “abordar las cuestiones más importantes que hoy afrontamos, como la identidad de género, los abusos de los derechos humanos, la brutalidad policial o el legado migratorio de la era poscolonial”. Como siempre sucede en el arte contemporáneo, su interpretación es muy subjetiva y su apreciación todavía más, y por ello la elección de Prodger ha suscitado comentarios dentro de la comunidad artística, por la supuesta intrascendencia de su obra. Pero, como digo, supuesta, ya que si el arte sirve para hacernos reflexionar, la narración de un episodio tan importante en la vida de una persona como su salida del armario, el reconocimiento de su identidad y cómo lo ha experimentado, es algo que no debería ser calificado como algo trivial.
Vía: El País