Muy a mi pesar, no puedo dedicarme todo el rato a ser una lesbiana cultureta que ve series sin fin y analiza películas de amor entre chicas. Mi trabajo a tiempo completo, y a veces mucho más del tiempo completo, es ser profesora de secundaria y bachillerato. Además, soy tutora de un grupo estupendísimo de adolescentes de 13 años que están en 1º ESO, y tienen mil movidas. Algunas, las propias de la juventud, otras, pues no tanto.
En términos generales, y si nos referimos a cositas gays, los chavales son mucho más abiertos de lo que eran cuando yo misma iba al instituto. A veces me traen libros de editoriales como Kakao Books. Otras, me hacen alguna exposición de los países en los que es delito ser LGBT en el mundo. Incluso hay una chica que me hace mucha gracia porque se cree super sutil al tener un avatar en la plataforma con los colores de la bandera lésbica, y se sonroja cuando le digo que ya me contará el porqué de la imagen. No sé, es todo bastante guay.
Pero esta mañana, en mis labores de tutora, me he tenido que enfrentar a la misma mierda de siempre, la que ya me tocó vivir a mi misma a principio de los dosmiles y la que vivieron un montón de personas antes. Ha venido una chica de mi clase a contarme que en el recreo estaba hablando con una amiga y que otra chavala le ha dicho: “ten cuidado con esta que es lesbiana”.
La misma puta mierda de siempre.
Por mucho que los tiempos, y que muchos adolescentes ayudados por la visibilidad que dan las redes sociales y la industria audiovisual, hayan avanzado, lesbiana (y gay, y bisexual, y cualquier término que se utilice para hablar de orientaciones sexuales no normativas) sigue siendo un insulto, una palabra dicha con desprecio simplemente para herir, para hacerte sentir diferente y para advertir sobre ti. Es lamentable y asqueroso, y a veces da la sensación de que nada vale para nada.
Pero aunque la chica de mi clase se ha sentido mal, me ha alucinado cuando ha sido capaz de decir, con toda la inocencia que le dan sus 13 años, que el ser como eres nunca puede ser motivo de insulto o burla. Yo qué sé, algo hemos mejorado.