Anne (Geraldine Chaplin) es una anciana francesa que, desde hace unos años, se hospeda en un hotel de República Dominicana para evadirse de los problemas que ha dejado en su tierra natal y para disfrutar de su jubilación. En las paradisiacas playas de la isla conoce a Noelí (la debutante Yanet Mojica), una joven lugareña con la que cree que ha encontrado el amor. Pero Noelí esconde un preocupante secreto: aliada con su novio, se dedica a salir con ancianos europeos y les saca dinero para poder salir de la pobreza en la que su pareja y ella viven.
Dólares de arena es una sucesión de tomas cortas, en las que a base de pequeñas pinceladas vamos conociendo, sin profundizar en exceso, las historias paralelas de Anne y Noelí y su historia conjunta. Las tomas son tan, tan breves en su mayoría, que a veces son sinónimo de escena y secuencia por la falta de una acción clara, y esta peculiar forma de rodaje le da a la cinta un halo de inconexión que acompaña durante sus 81 minutos de duración. El cambio continuo de escenarios, caras y diálogos, que también escasean, consiguiendo que Dólares de arena sea un producto que a veces parece más artificioso de lo necesario y da la sensación de que las escenas se han ido montando sin demasiado orden y concierto.
No soy, ni de lejos, la más entendida de cine en esta sopa, pero Dólares de arena se antoja una historia plana y discontinua. Y es una pena, porque la trama, esa historia de amor entre una joven caza fortunas y una mujer mayor, tiene el potencial suficiente para haber conseguido una gran cinta como producto final. Pero es inevitable pensar que ese no es el resultado, porque se profundiza muy poco en la personalidad y motivaciones de las protagonistas. Sí, es cierto que se nos deja claro que Noelí lleva esa vida por culpa de la pobreza, pero, ¿cuál es la causa de esa pobreza? Si se hubiese ahondado en los problemas sociales de República Dominica la película habría sido más profunda, habría tenido una dimensión mucho más interesante. O si los creadores nos hubiesen contado más sobre las razones que llevaron a Anne a afincarse en la isla, en lugar de pequeñas pinceladas sobre los problemas con su hijo viudo, el resultado también habría sido más redondo, con un personaje con el que ya de por sí es fácil empatizar.
Si hay algo que agradecerle a Dólares de arena es llevar a la gran pantalla no solo una historia entre dos mujeres, sino un relato en el que una mujer mayor es una de las protagonistas, un filón muy poco explotado en la industria del cine y su mantra de “forever young”. Geraldine Chaplin tiene una presencia y un carisma en escena, y una belleza, que sus 71 años parece que han multiplicado exponencialmente. Siempre es un lujo ver a la veterana actriz, que actúa en castellano, inglés o francés sin perder un ápice de su fuerza. Pero una película no puede basarse en el magnetismo de una intérprete como Geraldine, y ese quizá es el mayor fallo de Dólares de arena, que parece que ha apostado todo a una única carta.
La cinta dirigida por Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas no participa en la sección oficial del Lesgaicinemad porque ya ha sido presentada en otros festivales, pero se encuentra en la lista provisional de películas de habla no inglesa que pueden optar a un Oscar en la edición 88 de estos prestigiosos premios que se celebrará en febrero de 2016. Si Dólares de arena consiguiese hacerse un hueco en la lista definitiva de las cinco películas de esta categoría que se dará a conocer en enero, sería la película dominicana que más lejos habría llegado en el camino a los Oscar.