Se supone que mi primera intervención aquí iba a tener algo de más humor… pero es que no puedo. No me sale. Vivimos días difíciles. Días que ahogan. Días que paralizan. No puedo mantenerme impasible, ajena a todo lo que ocurre a mi alrededor. Es descorazonador comprobar cómo se está liando parda en cada rincón del planeta y los que pueden hacer algo sólo responden cuando hay intereses económicos. El valor de las personas se reduce a cero.
Que alguien me explique por qué se permiten tiroteos que cargan contra manifestantes. Que alguien me explique por qué sigue muriendo gente a bombazo limpio.
Que alguien me explique por qué las ideas quieren siempre aplastar a otras, en vez de coexistir en un enriquecedor diálogo.
Que alguien me explique qué significa vencer matando.
Que alguien me explique qué hay más importante que un ser humano.
Las libertades que hemos podido ir logrando a base de sudor, esfuerzo y compromiso se diluyen poco a poco. En España parece que los derechos fundamentales pueden cambiar cada cuatro años, según lo que votes, cuando los derechos deben prevalecer más allá de la política. ¿Por qué unos cuantos deciden por todos cómo hay que vivir? ¿Por qué ya no hay respeto? ¿Por qué no se centran en los verdaderos problemas?
Me pone los pelos de punta el hecho de que importantes personalidades políticas hayan permitido, y apoyen, a base de silencio, la grave agresión que ha sufrido un chico en Uganda, que fue quemado vivo por ser gay hace unos días. Nadie da un puñetazo en la mesa para apelar a la cordura. Y lo mejor es que ya no hay que irse tan lejos para sentir esta dejadez humana, ni poner un ejemplo que no nos toca de cerca. Hoy en día, en la mismísima Madrid, también se puede agredir alegremente por la calle a una pareja homosexual que pasee de la mano. Y mañana podremos increpar a una chica que lleve el pelo rapado por ser punk o parezca “camionera”.
Esto es de locos.
Recapacitemos un poco. Hay que denunciarlo. Hay que dar la voz de alarma. No nos quedemos de brazos cruzados. En tiempos de crisis económica se dan otras crisis. Los opuestos se tocan y se confunden, los extremismos de nuevo toman protagonismo. Es nuestro trabajo, el de todos, pedir responsabilidades ante la impunidad. Porque si no, cuando vengan a por nosotras y nos giremos pidiendo ayuda, nos encontraremos solas.