*Atención: Hay espoilers de TODA la serie*
La nostalgia es un arma. No sabemos si de doble filo o no, pero lo que si es cierto es que cuando echamos la vista atrás y vemos las cosas que nos han gustado, una sensación de cariño infinito, de familiaridad, nos invade. Esta semana se están cumpliendo muchos aniversarios: 20 años de Friends, 10 de Lost, 6 de The Good Wife… pero para mi, el más emblemático de todos, quizá por la edad en que me tocó vivirlo (demasiado joven para Lost, infinitamente más joven para Friends), es Veronica Mars, la historia de la chica más lista de Neptune.
Creadora de un género en si mismo, el llamado teen noir, Veronica Mars nos fascinó a todas contando las aventuras y desventuras de una chica de 16 años que, oh sorpresa, no hablaba de chicos y fiestas, sino que hacía cosas adultas, cosas guays con gadgets guays, recordándonos esa época en la que todos queremos ser detectives y resolver los misterios más intrincados. La historia de Veronica era la más compleja que hasta el momento habíamos visto en una serie para adolescentes, la de una chica de instituto que estaba en la cúspide de la popularidad, viviendo una vida despreocupada y feliz, hasta que un día, su mejor amiga muere y ella se despierta del cuento. Ya no hay vino y rosas, hay un padre, Sheriff del pueblo, que cae en desgracia, hay una madre que se marcha porque no soporta la situación, hay un novio que desaparece, sumido en el dolor de la muerte de su hermana. Veronica nunca será la misma.
Durante las tres temporadas de la serie asistimos con deleite a la resolución de los puzzles que se le plantean a la protagonista en cada episodio, desde descubrir al autor de unas pintadas a encontrar a un perro robado. Casos en apariencia simples, pero que casi siempre tenían más de una capa. Ninguno era reto para Veronica. Pero los que daban forma a la temporadas, los que no se resolvían hasta la season finale… esos son la esencia de la serie. ¿Quién mató a Lily Kane? ¿Quién violó a Veronica? ¿Por qué se despeñó el autobús? Pista tras pista, puntada tras puntada, la detective privado ha sido protagonista de los dos finales de temporada más emocionantes que hemos tenido la oportunidad de ver en televisión. ¡Y en una serie de adolescentes! ¿Quién es capaz de recordar ese momento en que descubrimos la cara de Aaron Echolls en la cinta de la cámara de seguridad sin abrir mucho los ojos? ¿O el instante en que, en la azotea del hotel, asistimos a la explosión del helicóptero y posterior suicidio de Beaver? Son esas tramas las que hacen de esta serie una de las indispensables de cualquier que se atreva a llamarse aficionado a la televisión.
Aparte de los casos, muchas otras son las virtudes de Veronica Mars: Un sentido del humor impecable, cínico, cortante, propio de la gente más inteligente; Unas referencias a la cultura popular presentes en el título de los episodios (Kanes and Abel’s, Lord of the Bling, Nobody puts Baby in a corner), traducidos en español con bastante estilo, y en episodios enteros, como aquel de la tercera temporada que reproduce el Experimento de Stanford sobre el comportamiento de las personas en prisión; Una protagonista que pasa de Hero a Zero, y es capaz de renacer de sus cenizas sin la ayuda de nadie; La relación absolutamente envidiable entre Veronica y su padre, muy parecida a la que todas quisiéramos tener; Y un amor épico, poco habitual, que traspasa la pantalla.
Durante las tres temporadas (ojalá hubiesen sido más), Kristen Bell se rodeó de los mejores secundarios posibles: Jane Lynch como presidenta del cuerpo estudiantil en la precuela de Sue Sylvester, Dianna Agron interpretando a una niña rica que pretende tenderle una trampa a un amigo de Veronica, Lucy Lawless en lo que mejor se le da hacer: de policía, Jessica Chastain como la desvalida vecina de los Mars, Charisma Carpenter en el papel de mujer florero… finalmente no tan florero, y Amanda Seyfried como la siempre perenne Lily Kane, la que puso en marcha la maquinaria que lo desbarataría todo. Por qué fuiste tan atrevida, Lily. La serie nos presentaba personajes femeninos fuertes y bien construidos, algunas dedicando su vida a hacer miserable la de los demás, como Madison Sinclair, y otras como Meg Manning, que las pasó canutas durante la serie, teniendo que lidiar, entre otras cosas, con un padre maltratador y un embarazo, pero todas con personalidad definida, para bien o para mal.
No faltaron tramas lésbicas en la serie: De hecho, el decimocuarto episodio de la segunda temporada gira en torno a un caso de outing de un grupo de alumnos del instituto, incluídas dos chicas, siendo una de las actrices Kristin Cavallari, personaje con cierta relevancia en Estados Unidos. Mención para el comentario ultra sarcástico de Veronica en el episodio del baile de los 80: “Los 70 tenían el hustle, los 80 el moonwalk. Nosotros tenemos el falso baile lésbico”. Amen.
Cuando la cadena decidió cancelar la serie, miles de fans mandaron barritas Mars a los estudios, pero no funcionó. El saberse próxima a esa cancelación fue una de las razones por las que la tercera temporada no fue tan brillante como las anteriores. Pero Rob Thomas tuvo el tino de plantear una película financiada por Crowdfunding, una película que retoma la historia de Veronica, la historia de Neptune, años después de su marcha. Y como fue financiada por los fans, fue filmada para los fans, dando un broche a la historia más que necesario. Nos sentíamos huérfanas de Veronica. Es lo que tiene la nostalgia.