Como complemento a la serie Cuentame otra vez, y para encuadrarla en un marco histórico ahora que la trama ya ha llegado a la década de los 80, RTVE está produciendo una serie de documentales llamada Ochentame otra vez. En ella trata temas tan dispares como los crímenes, la prensa rosa, el deporte, o, como tocaba ayer noche, la copla, ese género tan español y que tantas pasiones despierta.
Después del bloque dedicado a Isabel Pantoja, en el que hablaban de su duelo por la muerte de Paquirri, el periodista Carlos Ferrando, que aparte de saber muchísimo de copla es y ha sido amigo personal de muchas de las más grandes folclóricas de este país, hacía unas declaraciones con las que sacaba de nuevo a la palestra los rumores que llevan décadas sobrevolando a las intérpretes de copla:
[…] lo que les pasaba con los hombres… lo que les ha pasado a muchas… Va, venga: lo que les ha pasado a muchas que han querido mujeres, y que no han tenido el valor de contarlo, ni yo lo voy a contar. Pero que lo he vivido. Y que eso, cualquier cosa que tenga que ver con la sexualidad, que se supone que por lo menos en eso sí nos hemos liberado del todo, hay… cosas que no, y de pronto, habrás visto muy pocas que se atrevan a decir “tengo una novia” [hace gesto de “muchas” con las manos]
Inmediatamente comenzaba un bloque sobre María del Monte. Qué sutileza por parte del programa. La verdad es que el lesbianismo de algunas de las folclóricas más importantes de España es un secreto a voces, algo que nadie se atreve a contar, pero que todo el mundo sabe, o intuye, o quiere intuir. Lo más cercano a una confirmación de algún tipo de escarceo lésbico lo tuvimos de boca de la grandísima, la inconmensurable fuerza de la naturaleza Lola Flores, que con su “¿Quién no se ha dado un pipazo con una amiga?”, nos hizo ver que las relaciones entre mujeres en el mundo de la canción folclórica no era raras ni poco frecuente.
Pero… con eso nos quedamos, con rumores y habladurías, y gente que vive en el mismo pueblo que tal y sabe que vive con cual. Llevamos años aguardando una salida del armario que, si a estas alturas no se ha producido, no creo que se produzca ya. Una pena, porque qué más me gustaría a mi (y a todas), que las más grandes canciones de la copla estuvieran cantadas por una mujer y para una mujer. Ella vino en un barco, de nombre extranjero, cantaríamos. O nos imaginaríamos a dos peregrinas de la mano, mientras se dicen “Cántame, cántame por el camino”, agarradas de la cintura. O, apoyadas en el quicio de la mancebía en una noche de mayo, veríamos pasar a las serranas montadas a caballo. Seguiremos soñando.