Imagina por un momento que otro se llevara los méritos de tu trabajo, tu trabajo bien hecho. Eres arquitecta, pero tus planos, en los que has invertido horas de trabajo duro, llevan otra firma. O eres policía, y efectúas un arresto importante por el que otros se llevan la medalla. O a lo mejor eres comercial, y alguien se lleva la comisión de esa venta que tanto te ha costado cerrar. ¿Qué te parecería? ¿Agacharías la cabeza o se te llevarían los demonios al ver que tu esfuerzo no vale de nada? Y si esto lo ves, lo palpas, en tu realidad diaria, ¿por qué no se respeta el trabajo de las escritoras?
Hace un rato he entrado en la página de Facebook de Emma Mars, gran escritora y gran amiga, a la que hace días que no hacía una visita, y me he encontrado con algo chocante: Alguien ha plagiado una de sus novelas palabra por palabra, cambiando solamente las protagonistas, que han pasado a ser dos famosas reales. En esta web somos más fangirls que nadie, nos encanta imaginarnos situaciones en las que las personas que admiramos croquetean alegremente, pero tenemos clara la línea entre el fanfic, que crea situaciones nuevas a partir de personajes conocidos, y el plagio puro y duro que supone coger una novela ya escrita y cambiar cuatro nombres para después subirlo a una web que da amparo a este tipo de situaciones.
La situación que ella describe no es la primera vez que llega a mis oídos. Otra de las grandes, Clara Asunción García, contaba en el foro de esta casa cómo veía, día sí y día también, enlaces de descarga de sus libros. Valerie Col, que también escribe en esta web, contaba una vez en su Twitter que le habían pedido tranquilamente plagiar su novela. Sin vergüenza. Sin reparos. Y yo tengo que leer todos los días en los comentarios de Hulems cómo se piden enlaces para leer los libros que reseñamos, cuando muchas veces son libros que no cuestan prácticamente nada, a veces ni un euro, con las ofertas de Amazon. Y así, todas las escritoras a las que les preguntes tienen historias de este tipo.
Aquí no gana nadie, ni siquiera las que leen la obra plagiada. Ella están leyendo una historia que no había sido concebida para eso en ningún momento, despojando de la identidad a las protagonistas, que con tanto mimo han sido creadas por la autora, la misma autora que está viendo con los ojos como platos cómo se juega con su trabajo, con las horas de su vida que han invertido en crear una trama, una historia, que después ha querido compartir con todas. Y el resto de admiradoras puede que perdamos las futuras obras de cualquiera de las escritoras que sufren estas situaciones.
El plagio no es aceptable. El plagio es lo que hace que las autoras se cansen de ver cómo se ningunea su esfuerzo y dejen de escribir, de regalarnos historias. Escribir un libro, un buen libro, es una tarea que a mi se me antoja titánica. Pocas personas, muy pocas, tienen el don de sacar de la nada una historia que te emocione, que te llegue, que te haga disfrutar, que te haga pensar. Si no se les reconoce su trabajo, si se plagian horriblemente sus historias, ¿cómo podemos exigirles después que continúen con su tarea? ¿Cómo no entender que, aborrecidas de tener que luchar contra viento y marea porque se valore su trabajo en su justa medida, abandonen la pluma y nos dejen huérfanas de novelas?