Ayer, durante la hora y media que duró el episodio de Vis a vis, estuvimos clavadas al sofá, sin poder mover ni una pestaña. Fue un episodio que, pese a que no tuvo nada croqueta que podamos comentar, sí creo que merece la pena alabar por lo estupendamente bien traído que estuvo, lo bien que midieron los tiempos, y en definitiva lo emocionante que fue desde el principio al fin.
La trama giró en torno al secuestro en su celda de Macarena por parte de Zulema y Saray, en un plan desesperado por forzar a Leopoldo a que soltara al Egipcio. Además, todo sucedía con un elemento más para meter presión a la escena: Si en una hora no estaba solucionado, la pastilla abortiva haría efecto y Macarena perdería al bebé que esperaba. Por su parte, Leopoldo no estaba dispuesto a ceder lo más mínimo, y utilizó técnicas más que violentas contra el novio de Zulema, convencido de que esa iba a ser la única garantía de que a su hija no le pasara nada.
No voy a desvelar mucho más de la trama, ya he contado bastante, porque sí creo que es un episodio que merece la pena ser visto. Se confirman dos cosas que ya hemos dicho en pasadas ocasiones: La primera, que la grandeza de Vis a vis recae sobre aquellas tramas que son propias de la serie, y no calcos de nada más. El secuestro es un ejemplo clarísimo de ello. Y, por otra parte, ampliando lo que decíamos la semana pasada sobre el descontrol de las tramas, vemos como cuando se centran en algo concreto, sin girar sin control y sin freno, el resultado mejora exponencialmente.
Ayer vimos dos acciones principales: La celda y la casa de Leopoldo. Y así, con dos historias que en realidad eran una en diferentes espacios, disfrutamos como enanas de lo que nos contaba Vis a vis. Cada personaje actuó como esperábamos en cada momento, exceptuando una, sólo una, que nos sorprendió a todas, y precisamente por eso, porque nos pilló desprevenidas, causo tanto efecto su acción. El episodio de anoche de Vis a vis es un claro ejemplo de que si se quieren hacer las cosas bien, es muy pero que muy factible, y el público lo valora y lo disfruta. ¿Habrá llegado la ficción nacional a este punto de madurez, o será un oasis en el desierto?