Con el regreso de Las chicas Gilmore ya a la vuelta de la esquina (falta tres meses sólo y yo con estos pelos), me he subido al carro de revisionar los 153 episodios por enésima vez para estar totalmente preparada para la vuelta de mis chicas favoritas y sus excéntricos vecinos de Stars Hollow el 25 de Noviembre.
Las chicas Gilmore es una serie que no me canso de recomendar. Es como el buen vino, va mejorando con los años y con los revisionados, siempre tiene algo que no pillaste la primera vez que puedes descubrir la segunda (cuarta, quizás quinta en mi caso). Estrenada en aquella época en la que andábamos preocupados si los ordenadores soportarían o no el cambio de milenio, se mantuvo en antena siete años, hasta 2007. Aunque haya pasado más de una década de algunos episodios, sigue siendo igual de fresca, divertida y original que cuando se estrenó. Los diálogos rápidos, las referencias a la cultura pop, el sarcasmo y la cafeína siguen siendo los elementos que la identifican.
Cualquiera de sus episodios podría pasar el test Bedchel sin despeinarse, porque están llenos de mujeres tridimensionales e independientes, con sus virtudes y sus defectos, de las que no sólo conocemos los entresijos de sus amoríos, sino que también los de sus relaciones fraternales y familiares. Sin embargo, hay algo que se le ha quedado caducado, y es su trato de la homosexualidad. Durante siete temporadas, no ha habido ni un solo personaje gay o, por lo menos, que lo fuera abiertamente (¿Es Michel gay o sólo francés?). Eran otros tiempos, es cierto, y conseguir luz verde a incluir un personaje homosexual en una serie era una tarea hercúlea de la que pocos salían victoriosos. Se temía que incluir personajes homosexuales pudiese espantar a los espectadores y anunciantes más conservadores, así que mejor no arriesgarse a incomodarlos y que retirasen su dinerito. Estamos a principios del 2000 y, para situarnos, Tara y Willow todavía no habían hecho manitas, el primer beso entre dos personas del mismo sexo acababa de ser emitido en una cadena de televisión en abierto en Dawson Crece y sólo The L Word y Queer as folk hacían representaciones positivas de la homosexualidad. La propia Amy Sherman-Palladino, creadora de la serie, tenía en mente que Sookie fuera croqueta, pero sabía que los jefazos se iban a negar en redondo, así que optó por la tradicional y convencional heterosexualidad.
Si bien esta falta de personajes homosexuales no chirría tanto a día de hoy porque resulta comprensible, sí que lo hacen, y más en una serie de tono tan liberal y progresista como esta, los comentarios y chistes homófobos que con cada cierta frecuencia están en boca de los personajes. Es más de una ocasión se utiliza el término gay de manera negativa o despectiva o somos el centro de algún comentario jocoso.
Visto de otra manera, que estos comentarios que escuchamos ahora en series emitidas hace años nos choquen es también una muy buena señal. Significa que las cosas han cambiado para bien, que son cosas que ahora no pasaríamos y que hemos dado pasos hacia la normalización, muchos o pocos ya es un tema para debatir otro día. Y de acuerdo con ese cambio que hemos ido experimentando, espero que a la vuelta de Rory y Lorelai veamos a algún habitante LGBT en Stars Hollow, porque si hay un año perfecto para hacer la mudanza e instalarse en el pueblo, ese es 2016.