Como todos los otoños, vuelve AHS. Y, como todas las veces que vuelve, teníamos el hype por las nubes. Siempre digo que Ryan Murphy, director y creador de la serie, tiene una mente privilegiada a la hora de crear historias, pero que luego yo no sé la razón, pero se pierde y se pone a desvariar hasta perder el rumbo de la narrativa. Pero es posible perdonárselo, porque siempre sorprende y, además, siempre se acuerda (aunque a veces para mal) de las lesbianas y bisexuales. ¿Que qué tal Cult, la séptima temporada? Pues así de manera resumida: muy bien.
Murphy plantea dos grupos enfrentados, las dos Américas: la de los que sufrieron terriblemente con la derrota de Hillary Clinton, y todos aquellos que vieron cómo la historia por fin los legitimaba aupando a su candidato a la presidencia. Sarah Paulson es Ally Mayfair-Richards, el ejemplo perfecto de lo que en Estados Unidos conocen como liberal. Es blanca, de izquierdas, de clase media, y por si fuera poco, lesbiana. Junto a su esposa Ivy están criando a un hijo, Oz, que tiene una extraña fascinación con las cosas escabrosas y sanguinolientas.
Coco Montrese.
Por otro lado está Kai (Evan Peters), un tipo de chico de esos que, con la victoria de Trump, sintieron que el mundo les estaba dando la razón, que podían comportarse como les saliera de las pelotas porque, eh, ellos eran la sal de la tierra. Por fin los copos de nieve se iban a fundir. Es un personaje ultra desagradable, que desde la primera escena, cuando expresa su poder y su masculinidad follándose a la tele, quieres que lo maten más bien pronto que tarde. Pero me temo que eso no va a pasar.
En los primeros siete minutos, vemos cómo a Ally le afecta profundamente la noche electoral, abriendo en ella heridas y traumas que pensaba que tenía solucionados. La victoria de Trump le despierta su coulurofobia, su ansiedad, y su extraña fobia a las cosas con agujeros. Pero también acrecienta los rencores y los reproches en otras personas, como en el matrimonio que está presenciando el momento con ellas. Ay, si hubieras votado…
Pasan los meses y los payasos comienzan poco a poco a convertirse en una amenaza constante en la vida de Ally: la escena del supermercado, en la que es perseguida por varios, es capaz de mantenerte en tensión, cogida a la silla, y es la mejor de todo un episodio que contiene otras que tardarán en borrarse de nuestra mente: Kai triturando cheetos, un cameo inesperado de otra temporada, un inquietante retrato de cómo las personas más cercanas no son quienes creemos, encarnado en el personaje de Chaz Bono, y, sobre todo, todas aquellas en las que aparece Billie Lourd en la piel de la ¿hermana? de Kai, una chica francamente desencantada con haber empleado un año de su vida en apoyar a una Hillary que no fue capaz de ganar, y que ahora está a merced de la psicopatía de él, gracias a una especie de apuesta macabra que la lleva a convertirse en niñera de Oz.
En este primer episodio se plantean de manera clara las tres líneas de horror que llevará la temporada: las fobias de Ally y su mente, la posible ¿secta? formada por payasos asesinos y ¿liderada por Kai?, y, sobre todo, la que da más miedo, porque está al alcance de la mano de cualquiera de nosotros: cómo nuestro mundo puede derrumbarse en cuestión de minutos. Miedos reales, profundos, que pueden cambiarnos de manera radical, y afectarnos a diario. El verdadero horror.