Podéis enviar los textos que queráis (preferiblemente que no incluyan ninguna imagen) a la dirección de correo que figura en el banner, con el asunto “La croqueta libre”. Los textos se leerán para escoger, pero no se editarán. Es decir, que si tu texto se ajusta a la temática de la web, lo publicaremos, pero sin corregir las posibles faltas. Los textos deben ir firmados con nombre o seudónimo. ¡Ah! ¡Y un título!
Según Mercedes Sánchez Saínz, profesora de la Universidad Complutense, el 80% de los alumnos y alumnas que pertenecen al colectivo LGTBI han escuchado, antes de los doce años, su orientación sexual relacionada con un insulto. «Maricón. Marimacho. Nenaza.». Basta con meter un pie en el patio de cualquier instituto para comprobar que mientras un grupo de niñas charlan en una esquina de todo lo que revoluciona sus hormonas, otro selecto colectivo de chicos corretea detrás de la pelota entre gritos como «¡pasa!, ¡aquí!, ¡chupón!, ¡solo!». Si alguno de esos críos se quejara por una patada, también podríamos escuchar la aclamada frase «¡no seas maricón!», o tal vez un brillante «levanta, ¡nenaza!».
Todos los estudiantes -e incluso los profesores- que puede haber en ese espacio están ya tan habituados a esa frase que nadie interrumpiría el juego para explicarle a los sudorosos jugadorcitos que esa frase puede hacer daño a otros alumnos, que ese daño puede convertirse en rabia y esa rabia se mezcle con el miedo. Tampoco se les ocurriría explicar que con una expresión así están promoviendo la fobia a lo distinto, algo que conseguirá con los años marginar a quien se sintió ofendido por una “frase hecha”. Por supuesto, ninguno de los presentes llevaría eso a mayores, porque “son cosas de niños”, porque jugando se dicen muchas tonterías, porque no lo hizo con mala intención, porque en clase son amigos, porque los padres de los alumnos y alumnas que se dedican a vociferar ese tipo de comentarios son una buena familia, porque son amigos en Facebook, porque ya hay charlas sobre la igualdad, el respeto y la integración. Y mientras tanto, los estudiantes siguen escuchando esos insultos en el aula, en el patio, en la calle, en el bar de siempre si te pides una cerveza con limón, en el cine si lloras con una película, en una cena familiar si llevas una camisa rosa, en una reunión de antiguos alumnos si te has rapado, en una tienda de ropa si decides llevar una camisa de cuadros, por las esquinas de la ciudad si no te sientas con las piernas juntas.
Muchos pensarán que son sólo palabras, que no es tan grave, pero aquí tomo como ejemplo las frases del abogado al que representa Matthew McConaughey en Tiempo de matar (1996), “Cierren los ojos […] ¿Pueden verla? Quiero que se imaginen a esa niñita, y ahora imaginen que es…” heterosexual.
.- Patricia Hache