El ansiado 8 de junio ya llegó y ya pasó. Sense8, una de las series emblemas de Netflix, de sus primeras producciones y de las que le ayudaron a crearse una imagen de empresa que venía a revolucionar la televisión y que arriesgaba y daba oportunidades a productos que se salían de la norma, nos ha dicho adiós.
Tras la polémica cancelación de la serie hace un año, y la indignación del fandom que veíamos como la historia concebida en la mente de las Wachoswki no iba a tener un cierre tras el cliffhanger brutal de la segunda temporada, Netflix les concedió la oportunidad de atar cabos y despedirse de nosotros como se merece.
Esa despedida es un capítulo de dos horas y media, trepidante y emotivo, en el que han conseguido embotellar la esencia y la identidad de Sense8, bien marcada y clara desde su comienzo, y que lleva por título Amor Vincit Omnia, que se traduce por “el amor todo lo vence”. Un título perfecto en estos tiempos del Love Wins para una serie rompedora en cuanto a diversidad sexual, de género y racial que celebra la diferencia como ninguna otra lo ha hecho hasta ahora.
Pocas series nos han conseguido conectar emocionalmente con un elenco de personajes tan grande, variado y plural, y es ese vínculo que crea con el espectador y esa identidad propia que mantuvo hasta el final, eso que la hace tan especial. Hemos reído, hemos llorado, hemos sufrido, hemos cantado con ellos… Y por eso digo con mezcla de alegría y tristeza, alegría por el corto pero maravilloso viaje que nos han regalado y tristeza por tener que separarme de los sensates: Gracias por todo, Sense8.