Imagen: Víctor Torres
El informe Estado LGTBI+ 2025 no deja lugar a dudas. El odio sigue vivo, se ha hecho más grande y más violento. La encuesta elaborada por FELGTBI+ y el instituto 40DB, basada en 800 entrevistas a personas mayores de 18 años, muestra una realidad incómoda: ser LGTBI+ en España sigue siendo peligroso.
La cifra es demoledora. Un 42,5% de las personas LGTBI+ ha sufrido odio en el último año. Eso se traduce en más de 2.800.000 casos. Acoso, discriminación y agresiones físicas o verbales que no paran de crecer. Lo más grave es que la violencia física y verbal se ha disparado casi un 10% en un año. Si en 2024 afectaba al 6,8%, ahora estamos en un preocupante 16,25%. Eso son más de 800.000 personas agredidas por ser quienes son.
Entre las víctimas más expuestas están las personas jóvenes entre 25 y 34 años, las personas trans y quienes tienen menos ingresos. Este grupo concentra el mayor número de agresiones, con tasas del 24% al 35%. El informe lo deja claro: ser joven, trans y pobre en España hoy es un factor de riesgo.
¿Dónde sucede todo esto? En la calle, en el trabajo, en los centros de estudio y hasta en casa. La calle sigue siendo el lugar más hostil, con un 35% de los ataques. Pero ojo: los centros educativos aparecen como el segundo escenario más frecuente, con un 17% de las agresiones. Y el entorno familiar no se queda atrás. El odio no distingue entre lo público y lo privado.
También se constata un patrón preocupante: el odio es más frecuente en pueblos pequeños. En municipios de menos de 10.000 habitantes, el acoso llega al 26%, las agresiones al 21%. El mito de que la vida tranquila del pueblo es más amable se rompe cuando los datos nos dicen que ahí se sufre más y se denuncia menos.
Porque sí, se denuncia poco. Solo el 26,82% de las personas afectadas acude a la policía u otras autoridades. Entre quienes lo hacen, un tercio dice que la experiencia fue negativa. En las zonas rurales, las denuncias caen por debajo del 20%. Las razones: miedo, falta de pruebas y la convicción de que no servirá para nada.
Además, la percepción general es que todo va a peor. Un 31% cree que la violencia física ha aumentado y un 27% piensa lo mismo sobre la discriminación. La confianza en instituciones como el poder judicial o las fuerzas de seguridad se resiente, especialmente entre quienes han sido agredidas.
Y todo esto tiene un impacto directo en la salud mental. Las víctimas de odio reportan más miedo, ansiedad, soledad y rabia. Porque el odio no solo golpea físicamente. También se cuela en la cabeza, en los vínculos, en la forma de estar en el mundo.
El informe llega en un momento simbólico: se cumplen 20 años del matrimonio igualitario en España. Dos décadas después, no basta con mirar atrás con orgullo. Toca mirar al presente con valentía. Porque el odio no se ha ido. Solo ha cambiado de forma, de espacio y de excusas. Y frente a eso, el compromiso del activismo sigue siendo el mismo: visibilidad, denuncia y lucha.
Más info: FELGBT