Sabemos que la semana pasada os hicimos pasar por un mal trago al recordaros las muertes más traumáticas de personajes lésbicos, así que esta semana hemos decidido compensar la balanza y aceptar el reto lanzado por Ita, que nos pidió que habláramos de finales más alegres. Porque habelos, hailos, como las brujas, y afortunadamente (todavía) tenemos más finales felices que trágicos. Así que hoy os traemos nuestros doce favoritos.
Son películas y series que todas hemos visto, pero que nos han calentado el corazoncito y nos han demostrado que no todos los cementerios culturales son tan enormes como el panteón que tiene Tierra de Lobos (¿regalan nichos? ¿Tienen una oferta 2×1? ¿Qué hay que hacer para NO morirse en esa serie?). A veces, las cosas acaban bien. Porque los homosexuales también merecemos un final feliz, qué coño.
Nina’s Heavenly Delights
Esta peli llena de sabores orientales, de especias, de comidas de esas que te dejan el estómago del revés y tras las cuales no besarías ni a tu peor enemiga, tiene un bonito final feliz. Lisa y Nina participan en un concurso de comida india para salvar el restaurante de la familia de Nina (que, por cierto, la interpreta Shelley Conn, la que hizo de Jessica en Mistresses UK). Nina está en el armario. Lisa no. Lo de siempre. Pero cuando anuncian que ellas son las ganadoras, Nina quiere celebrarlo con la persona a la que más quiere. Y así, delante de todas las cámaras de televisión, de su familia, amigos y de su padre convertido en fantasma-hado-madrino que ya sabe lo que va a ocurrir porque es el más listo de todos, Nina le dice a Lisa una frase muy simple, que no admite un no por respuesta:
—Bésame.
Y tú, como buena croqueta, te parece que alguien le ha dado al play de la banda sonora de La Sirenita; en tu cabeza aparecen Ariel, el príncipe, el cangrejo y todos los habitantes del río, y casi te levantas de la silla para gritarle a la pantalla: ¡Bésala, bésala! El resto, es historia. Títulos de crédito. Baile Bollywoodiense. Fundido a negro.
Guiding Light
Solo por ser un culebrón de los que hacen historia (¡más de 70 años en antena!) ya se merecía estar aquí. Que digo yo que si te pasas un siglo haciendo una serie, además de acabar ya muy cascado y con un pie en la tumba, el paso lógico es evolucionar hacia relaciones más contemporáneas. Y así nació el Otalia.
Natalia Rivera y Olivia Spencer se convirtieron rápidamente en una “fictional supercouple” que son esas parejas por los que los fans matarían a todo el que intentara separalas. Como Rachel y Ross. Chuck y Blair. O Marshall y Lilly.
La historia de estas dos, al igual que la serie, es complicada de resumir. Pero digamos que empezaron a acercarse tras el trasplante de corazón de Olivia y poco a poco pasaron de ser enemigas> a ser amigas> a ser amigas íntimas> a retozar entre las sábanas> a envejecer juntas.
Pero esto no ocurrió sin complicaciones, como no podía ser de otra manera. Como las dos son madres se ven en la tesitura de tener que explicarle a sus hijos que han comenzado una relación lésbica. Y entre tanto altibajo aparece Frank, con quien Natalia tiene un desliz, y de quien acabará embarazada. No obstante, la cosa acaba bien, y este es más o menos el diálogo más destacable del final de la serie:
—Quiero que sepas que ya hemos elegido un nombre [le dice Natalia a Frank en un bucólico encuentro en un puente sobre un riachuelo]
[Frank la mira, un poco desconcertado]
—Es Francesca. Como su padre.
Aaaawww. Yo creo que todas hubiéramos preferido un beso tórrido, pero es una telenovela, no lo olvidemos, así que aceptamos embarazo como bollodrama de compañía.
But I’m a Cheerleader
But I’m a Cheerleader es una de las películas preferidas por la comunidad croquetil. Y yo creo que se lo merece, por originalidad, por su sentido del humor y porque nos descubrió hasta qué punto funciona el tándem Clea DuVall/ Natasha Lyonne, que en esta película son Graham y Megan.
Ya sabéis de qué va la cosa: las dos están encerradas en un campamento que entrena a los homosexuales porque según ellos tienen la fórmula para devolver a todos los homosexuales al buen camino de la heterosexualidad. Pero Megan es una rebelde. Aunque cheerleader, le gustan demasiado las mujeres (en general) y Graham (en particular), así que acaba yéndose del centro de entrenamiento. Pero echa de menos a Graham y por eso vuelve, a buscarla, en una escena épica en la que la vemos ataviada con sus pompones y el uniforme de cheerleader. En medio de la ceremonia de graduación de los nuevos y felices heterosexuales, Megan se arranca a corear:
1, 2, 3, 4, no volveré a aceptar un no. 5, 6, 7, 8, quiero que tú seas mi compañera. 1, 2, 3, 4, tú eres a quien adoro. 5, 6, 7, 8, la única para mí porque esto es el destino. Te quiero.
Rima mejor en inglés. Pero, en serio, ante una declaración de amor así solo hay dos opciones: o bien te escondes debajo de la silla y juras no conocer de nada a la loca de los pompones, o sales corriendo hacia ella y le pegas un morreo. Ya os imagináis lo que eligió Graham.
Hospital Central
Un vídeo para describir la evolución de Maca y Esther es mucho más efectivo que lo que yo os pueda contar. Así que ahí lo tenéis…
Del final de la historia de Maca y Esther solo podemos decir que es de lo más gitano español. Maletas, churumbeles, el carrito del aeropuerto, besos, achuchones, ofú, qué sofocón… Como las pillen los de aduanas, les confiscan algo seguro… En el último episodio sabemos que Maca por fin se ha decidido a viajar a Argentina, aunque no nos queda muy claro si solo va de visita o para reunirse con Esther. Pero acaba triunfando el amor. Nos quedamos sin ver si la policía aduanera decidía meterlas en el cuartito para interrogarlas, pero queremos suponer que el amor todavía no está considerado contrabando y que las dos iniciaron una nueva vida juntas en la preciosa Argentina.
Fucking Amal (Descubriendo el Amor)
Si no has visto esta película, deberías. Si la has visto ya, estarás de acuerdo conmigo en que es un rara avis en la filmoteca bollo. Fucking Amal (Descubriendo el Amor) nos cuenta la historia de Agnes y Elin, dos estudiantes de instituto que son la cara y la cruz. Agnes es la nerd víctima del bulliying. Elin, la chica popular con quienes todos desean estar. El día del cumpleaños de Agnes el destino las va a juntar y hará de las suyas porque acaban enamorándose. En el final de la película, las dos están escondidas en un armario del instituto, intentando decidir cuándo salir, porque sus compañeros de clase lo están aporreando creyendo que Elin está allí encerrada con un chico. Cuando la tensión es ya insostenible, ambas toman la valiente decisión de salir del armario, de manera literal y figurada. Elin le dice a Agnes:
—De acuerdo. ¿Abro ya?
[Agnes asiente y Elin abre]
—¡Tachán! ¡Aquí estoy! Os presento a mi novia. Apartaos, por favor. Nos vamos a follar.
Y es para hacerse muy fan, porque en la siguiente escena sabemos lo que, en realidad, están haciendo:
South of Nowhere
Spencer y Ashley dieron tantas vueltas de tuerca a su relación en South of Nowhere que los fans no estábamos muy seguros de cómo iba a acabar la cosa. Pero cuando los ratings de audiencia bajaron y cuando la serie ya no daba para más, tuvimos la suerte de dar con unos guionistas piadosos que se dieron cuenta de que South of Nowhere iba, precisamente, de eso, de dos adolescentes despertando a su homosexualidad (¿o es que alguien se acuerda de alguna otra trama de la serie? Si me dices que sí, no me lo creo). Comprendieron, en resumen, que sería indecente no darles un final feliz. Y así, asistimos a esta parrafada de Ashley cuando Spencer se está debatiendo entre irse de la ciudad o quedarse:
—Sé que todavía no sabes a dónde vas a ir, pero quiero que sepas que te necesito y espero que tú me necesites también, y adonde quiera que vayas, cuando decidas irte [blablablairrelevante-aunque-te-derrites-con-la-voz-de-Ashley-admíteloblablabla] espero que medites la posibilidad de mudarte conmigo.
—Creí que nunca me lo pedirías.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, porque no me voy.
Y sellan su amor y compromiso con un beso.
D.E.B.S
Os concedo que, en el fondo, D.E.B.S. es una película un poco estúpida. Pero yo no le puedo hacer ascos a mujeres (adultas, por favor) con faldas de tablas y cuadros, que portan una pistola y podrían acabar con tu vida en un suspiro. Y si a esto le sumas una mala de buen corazón como Lucy Diamond (Jordana Brewster), que se enamora de la poli buena, la cosa ya gana enteros.
Da igual que Jordana Brewster sea actriz de registro muy limitado. O que cuando ves D.E.B.S. te parezca estar viendo una película de Scooby Doo. Da igual también que al final se vayan en Barcelona en coche desde algún punto de Estados Unidos (yo mataría por saber cómo llegaron). En serio, da igual, porque cuando al final hay ese momento tenso en el que Max le dice a Lucy “si le rompes el corazón, iré en tu busca y te mataré”, la romántica empedernida que todas llevamos dentro hace que las rodillas se te convierten en plastilina.
—Hecho [contesta Lucy]
—Espero que la mantengas a raya [le advierte Max a Amy].
—Lo haré [replica Amy]
Y se escapan juntas. A la luz de la luna. A Barcelona. EN COCHE. Y a ti te parece todo fantástico y maravilloso.
Lazos Ardientes
Lazos Ardientes (Bound) tiene, para mi gusto, uno de los mejores finales felices de cualquier película boller que hayamos visto. Así que lo reproduciremos tal cual, porque ya habla por sí mismo:
—Hola.
—Hola.
—¿Cómo ha ido?
—Estoy aquí, ¿no?
Corky sonríe como solo Gina Gershon sabe hacerlo, estira el brazo y activa el cierre automático de su furgoneta:
—He pensado que la necesitaríamos para huir.
Ambas se meten en el coche. Corky arranca el motor y sonríe de medio lado, antes de hacer una última reflexión:
—¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo, Violet?
—No.
—Yo tampoco.
Se ponen las gafas de sol. Beso y fin. Brutal, no me digas que no.
Fingersmith
A mí con Fingersmith se me borra todo atisbo de objetividad. Me pones lesbianas en la época victoriana y ya no soy capaz de pensar claramente. Y esto es lo que pasa en esta miniserie inspirada en el libro homónimo de Sarah Waters. No os voy a contar la historia porque ya hay un libro que lo hace y que os recomiendo. Pero a las que la habéis visto, no me negaréis que el encuentro final entre las protagonistas te tiene en tensión y con el corazón en un puño, hasta que Maude tira al suelo los manuscritos en los que está trabajando y Sue le pregunta:
—¿Qué hay escrito aquí?
—Todas estas palabras dicen cómo te deseo. Cómo… te quiero.
Después de que te digan eso, la única alternativa posible es un beso. Y eso es lo que tuvimos. Yo personalmente amé un poco más a Sarah Waters por ello.
The L Word
Bette/Tina
Bette y Tina eran nuestro Ross y Rachel. Después de mucho bollodrama y de esa montaña rusa emocional en la que todas nosotras tenemos entrada VIP, por fin llegó el gran final de The L Word. Y fue el que todas estábamos esperando.
En una de esas escenas de cama que fueron el único motivo por el que nos tragamos seis temporadas y una sobredosis altamente tóxica de Jenny Shecter, Bette apoya la cabeza en su mano, mira a Tina con amor y comienza así el siguiente diálogo:
—¿Sabes lo que quisiera hacer cuando lleguemos a Nueva York?
—¿Qué?
—Casarme contigo
[Oh… cara de asombro]
—¿De veras?
—De veras.
El resto, vuelve a ser historia. Quién mató a Jenny o por qué, me temo que sigue sin importarnos. La verán nuestras hijas, las hijas de nuestras hijas, las bisnietas de nuestras hijas y a todas, sin excepción, seguirá importándoles un cuerno quién mató a Jenny. Pero, eso sí, todas suspirarán cuando Bette le pida matrimonio a Tina. Esto es una verdad universal, no me lo he inventado yo.
I Can’t Think Straight
Si alguien encuentra una película lésbica con un título más acertado, le regalo lo que me pida. Casi hay que celebrar que este largometraje nunca se haya traducido al español, porque a saber qué título le hubieran puesto. Pero me imagino cosas como “No puedo pensar derecho, mamasita”. “La homosexualidad me confunde”. “Pienso homosexualmente por ti” y así hasta el infinito.
Pero a lo que íbamos, I Can’t Think Straight, además del mejor título del mundo, tiene muchos motivos para convertirse en una de nuestras favoritas. Como por ejemplo, Lisa Ray. O Sheetal Seth. O Lisa Ray. También Lisa Rani Ray. ¿Os he hablado ya del crush que tuve con Lisa Ray? Y quién no lo tuvo, ¿verdad? Seguro que tú fuiste una de las que seguías su blog a escondidas cuando te enteraste de que estaba enferma de cáncer. ¿Y todo por qué? Pues porque es una diosa esta película tiene un final feliz, de esos que te hacen soltar un suspiro cuando se acaba.
—Vas a necesitar un piso más grande [le dice Tara a Leyla].
—¿Por qué?
—Porque les he dicho a mis padres que vamos a tener hijos. Algún día. ¿Pronto?
En ese momento te da igual que el #concepto lesbiana embarazada sea más viejo que Papuchi cuando estaba de andanzas por Miami, porque lo que quieres es que tengan hijos. Y pronto. Y si puede ser, que hagan una segunda parte para que nos lo cuenten.
Imagine Me and You (Rosas Rojas)
Y para acabar esta lista tenemos el final feliz de los finales felices. Yo creo que cuando vimos Imagine Me and You pocas éramos conscientes de que tenía a la maravillosa Lena Headley en el reparto, pero, claro, nos enamoramos irremediablemente de ella, aunque por aquel entonces no fuera la estrellaza que es ahora en Juego de Tronos. Por si esto fuera poco, su pareja en la película es Piper Perabo, que salió de ese Bar Coyote que tantas alegrías nos ha dado con el paso de los años, y, claro, así no hay quien pueda. Una quiere que se hagan versiones de Image Me and You hasta el infinito, porque, aunque sea una comedia romántica de manual, en el mundo del entretenimiento lésbico tenemos tan pocas que una más no nos importaría.
El final de la película, además, nos gusta porque es de lo más simple. No hay grandes declaraciones de amor. Ni te quieros. Ni no puedo vivir sin ti. Solo hay dos mujeres enamoradas, empezando una vida juntas, sentadas en un banco del parque, rodeadas de hojas de otoño, café calentito en mano y hablando de que se acerca el invierno (¿premonición de Juego de Tronos?). Y eso lo hace todavía más humano y fantástico. Esta es la conversación final de nuestras protagonistas y con ella acabamos este post de los recuerdos:
—Hmmm, ¡qué frío!
—Está bien. Me gusta —pausa—. Brrrr. ¡Qué frío!
[Risas y se acurrucan]
Y fin.
Ya sabemos que hay mil finales más que a lo mejor os gustaría que aparecieran en este post. Pero solo podíamos sacar doce, así que háblanos de tus finales felices favoritos. ¿Cuál es el que te dejó con cara de boba? ¿Cuál te ha marcado más? Ahora la palabra la tienes tú.