A veces las historias más sencillas son las que más te atraviesan. En medio del ruido del Festival de Cannes de este año, donde las alfombras rojas y los títulos rimbombantes no paran de desfilar, hay una película pequeña que está dando mucho de qué hablar entre quienes sabemos que las familias vienen en todos los colores del arcoíris. Se trata de Cartas de amor (Des Preuves d’Amour), ópera prima de la directora francesa Alice Douard, y sí, es tan tierna como política.
La película nos lleva a Francia en 2014, poco después de que se legalizara el matrimonio igualitario. Céline, interpretada por Ella Rumpf, y Nadia, a quien da vida la siempre magnética Monia Chokri, son una pareja de mujeres casadas que se preparan para recibir a su primer bebé. Todo parece ir bien hasta que llega el papel. No cualquier papel. El del certificado de nacimiento. Porque aunque estén casadas, solo una de las dos será reconocida automáticamente como madre: Nadia, la que ha gestado al bebé. Céline, la otra madre, tendrá que pasar por un proceso de adopción para que la ley le conceda lo que ya es de facto. Lo más fuerte de todo es que no hablamos de los años 90. Hablamos de hace solo una década.
Y aquí empieza el verdadero drama, que no es el de una separación ni el de una infidelidad, sino el del reconocimiento. Céline tiene que reunir quince cartas, quince testimonios de amigos y familiares que confirmen que será una buena madre. A lo largo de la película, vemos cómo ese proceso la confronta con su pasado, con su entorno, y sobre todo con su madre, una pianista de fama mundial interpretada por Noémie Lvovsky. Entre ensayos y silencios prolongados, madre e hija se ven obligadas a reescribir su propia historia mientras Céline busca que alguien, más allá del amor que ya vive en casa, le diga que sí, que es suficiente.
Alice Douard sabe de lo que habla. Ella misma tuvo que adoptar a su hija en 2018, aunque su esposa fue quien la dio a luz. Por eso esta historia es tan real, tan cruda en los detalles legales y tan íntima en los momentos cotidianos. Hay música, hay dudas, hay ternura, pero sobre todo hay una constante pregunta: ¿qué significa ser una buena madre? Y, ya puestos, ¿por qué el sistema necesita pruebas cuando el amor ya está ahí?
Cartas de amor es una película que no necesita gritar para hacerse oír. Lo hace en voz baja, entre miradas, y en medio de un sistema que todavía arrastra prejuicios. Es cine queer, sí, pero también es cine sobre lo universal. Sobre formar una familia, sobre ser reconocida, sobre luchar porque el amor tenga el mismo peso en el papel que en el corazón. Apunta el título, porque esta joyita merece ser vista y abrazada. Y puede que después de verla salgas con ganas de escribir tu propia carta de amor.
Cuando Netflix estrenó The Ultimatum: Queer Love, las lesbianas y bisexuales del mundo entero, incluídas mi novia y yo, nos sentamos con las palomitas en la mano, listas para el caos y el no pdoer cerrar la boca. Tuvimos todo lo que pedíamos. E INCLUSO MÁS. Cinco parejas formadas por mujeres queer (más alguna persona no binaria), a un paso del compromiso pero sin saber si darlo o no, se enfrentaban al experimento social más intenso que puedes imaginar (y también el que no te recomendaría ningún consejero matrimonioal): separarse, emparejarse con otra participante, vivir juntas tres semanas y luego decidir si casarse con su pareja original… o seguir adelante con la nueva. ¿Drama? Mucho. ¿Salseo? Más. ¿Representación sáfica como nunca antes en un reality? También.
La primera temporada nos dejó momentazos que ya son historia de la televisión lésbica. Desde el temperamento volcánico de Vanessa hasta la calma zen de Lexi que explotaba cuando menos te lo esperabas. Las discusiones acaloradas sobre compromiso, el amor, los celos y la libertad resonaban de forma muy distinta a las de la edición hetero del programa. Aquí las dinámicas eran otras: más intensas, más emocionales, más de taparse la cara con un cojín… lo que tocara. Porque cuando dos lesbianas dicen que quieren hablar de sus sentimientos normalmente lo hacen durante seis horas, con un té en la mano, y luego vuelven a hablarlo al día siguiente por si no había quedado claro. Somos así, no me he inventado yo.
Más mala que la quina
Además, The Ultimatum: Queer Love nos dio lo que muchas llevábamos años pidiendo: ver relaciones LGBT en pantalla que no fueran trágicas, que no tuvieran a nadie muriendo, que no fueran la side story de una serie mainstream. Aquí el centro era nuestro, vaya si lo era. Y aunque no todas las decisiones del montaje fueron perfectas (sí, nos referimos a cómo editaron algunas historias para parecer más dramáticas de lo que eran), lo cierto es que el experimento funcionó. Nos vimos reflejadas, nos reímos, sufrimos, gritamos a la pantalla. Algunas hasta rompieron con sus novias después de ver la serie. Cosas que pasan.
Cero sangre en las venas
Y ahora (bueno, en verano) llega la segunda temporada.
Esta vez, el elenco se amplía a seis parejas, cada una con su propia historia y dilemas. Conoceremos a AJ y Britney, Haley y Pilar, Kyle y Bridget, Dayna y Magan, Ashley y Marita, y Mel y Marie. Cada pareja aporta su propia dinámica y desafíos, desde diferencias en estilos de apego hasta visiones opuestas sobre el matrimonio. Vamos a hablar un poquito más de cada una.
AJ (28) y Britney (27). Llevan juntas cinco años.
AJ, ex locutora de radio en Orlando, es quien emite el ultimátum en esta relación. Britney, por su parte, es una apasionada de la música, siendo Kehlani su primer crush queer. Ambas comparten una conexión profunda, pero enfrentan desafíos relacionados con el compromiso y la dirección futura de su relación.
Haley (29) y Pilar (29). Llevan juntas diez años.
Haley descubrió su identidad queer influída por la campaña viral NoH8. Pilar, aspirante a cantante, está enfocada en construir su carrera en la industria musical. La pareja se encuentra en un punto de inflexión, evaluando si sus caminos personales y profesionales pueden alinearse en una vida compartida.
Kyle (30) y Bridget (28). Llevan juntas dos años y medio.
Kyle, desde joven, mostró una memoria prodigiosa, siendo capaz de recitar todas las razas de perros de una enciclopedia (no me creo que esté escribiendo esto). Bridget atribuye su despertar queer al episodio de salida del armario de Ellen DeGeneres. Ambas enfrentan el reto de equilibrar sus diferencias y decidir si están listas para dar el siguiente paso en su relación.
Dayna (25) y Magan (27). Año y medio juntas.
Dayna y Magan representan un estudio de contrastes en estilos de apego: mientras Dayna tiende a evitar el compromiso, Magan busca una conexión constante. Esta dinámica ha generado tensiones, y el experimento del programa podría ser la clave para entender si pueden encontrar un equilibrio juntas.
Ashley (30) y Marita (25). Juntas tres años.
Ashley tuvo como inspiración a las youtubers Shannon Beveridge y Cammie Scott en su viaje de autodescubrimiento. Marita, con una personalidad vibrante (qué miedo me da esto), recuerda con orgullo haber vencido a Guy Fieri y su hijo en una carrera de karts durante su infancia. Su relación enfrenta desafíos relacionados con la diferencia de edades y perspectivas sobre el compromiso.
Mel (27) y Marie (27). Cuatro años juntas.
Mel y Marie no solo comparten una relación amorosa, sino también una asociación empresarial, gestionando juntas un exitoso food truck. Su vínculo se pone a prueba al evaluar si su conexión personal puede prosperar sin la constante presencia de su vida laboral compartida.
Pues estas son. El formato se mantiene: los participantes se separan de sus parejas originales para convivir tres semanas con una nueva persona del grupo, seguida de otras tres semanas con su pareja inicial. Al final, deben decidir si se comprometen o siguen caminos separados. Este experimento promete explorar aún más las complejidades de las relaciones queer, con momentos de introspección, confrontaciones y, por supuesto, mucho drama.
Así que si te quedaste con ganas de más aftershocks emocionales, de ver cómo las lesbianas navegan el poliamor, el compromiso, los fantasmas del pasado y los choques de expectativas… la segunda temporada te está esperando. Porque si algo nos enseñó la primera, es que el ultimátum no es solo para decidir si te casas: también es una excusa perfecta para ponerte al día con tus amigas, comentar cada escena y volver a ilusionarte (o asustarte) con las movidas que les pasan a otras.
La cantautora ubetense no solo nos ha regalado canciones que nos atraviesan el alma (sí, te miro a ti, Con las ganas), sino que ahora se convierte en la pregonera del Orgullo de Jaén 2025. Sí, la misma que nos recordó que Yola mola mil y que nos hizo bailar con Berlín u5, será la voz que inaugure las celebraciones del Orgullo en su tierra natal.
Este anuncio llega poco después de que Zahara compartiera abiertamente su orientación sexual en una entrevista, donde afirmó: ‘Soy bisexual, pero siempre he sido leída como hetero’. Con esta declaración, no solo visibiliza una identidad muchas veces invisibilizada, sino que también se posiciona como una figura clave en la representación del colectivo bisexual en España, una figura que, creo, nos ha pasado bastante desapercibida.
El Orgullo de Jaén 2025 promete ser una celebración inolvidable, y tener a Zahara como pregonera es un paso significativo hacia la inclusión y la diversidad. Su presencia no solo enriquece el evento con su arte, sino que también envía un mensaje poderoso sobre la importancia de la visibilidad y la aceptación. Así que, si estás por Jaén el 20 de junio, no te pierdas el pregón de Zahara. Será una oportunidad única para celebrar el Orgullo con música, emoción y, sobre todo, mucho amor.
¡Buenas noticias para las fans del caos, la sangre y los traumas que nunca se curan! Yellowjackets ha sido renovada oficialmente para una cuarta temporada. Showtime ha confirmado que las chicas de las chaquetas amarillas volverán una vez más, y eso significa que aún hay mucho por contar. La tercera temporada, cuya season finale se emitió el 11 de abril de este año, fue la más vista de las tres, con un aumento del 39% en la audiencia en comparación con la temporada anterior.
Aunque la tercera temporada nos dejó con el corazón en un puño, especialmente con la impactante muerte de *quien tú sabes* a manos de Melissa, interpretada por Hilary Swank, la historia está lejos de terminar. Los creadores de la serie, Ashley Lyle, Bart Nickerson y Jonathan Lisco, han planeado una narrativa de cinco temporadas, y la cuarta promete seguir explorando la reintegración de las supervivientes en la sociedad y cómo enfrentan las secuelas de su tiempo en el bosque, que, cof, no son pocas.
Aunque aún no hay una fecha de estreno confirmada para la cuarta temporada, se espera que llegue a finales de 2026, debido a retrasos relacionados con huelgas anteriores . La mayoría de los miembros clave del elenco, incluyendo a Melanie Lynskey, Christina Ricci y Sophie Nélisse, están previstos para regresar, junto con la nueva incorporación Ashley Sutton.
Así que, mientras esperamos ansiosamente el regreso de nuestras sobrevivientes favoritas, podemos prepararnos para más giros inesperados, más secretos oscuros y, por supuesto, más drama emocional. A tope.
Taylor Jenkins Reid ha soltado la bomba y, sinceramente, ahora entendemos muchas cosas. La autora de Los siete maridos de Evelyn Hugo, ese libro que todas leímos como si fuera la Biblia sáfica moderna, ha salido del armario como bisexual. Y sí, lo ha hecho justo cuando está a punto de sacar su nueva novela, protagonizada por dos mujeres astronautas enamoradas en plena era espacial.
En una entrevista con Time, Reid contó que su atracción por las mujeres siempre ha estado ahí, aunque durante años la guardó para sí. Está casada con un hombre desde hace tiempo, el guionista Alex Jenkins Reid, que lejos de sentirse intimidado por esta parte de su identidad, la ha acompañado en el proceso con todo el cariño del mundo. Él entendió que su bisexualidad no borra nada de lo que son juntos, y eso, amigas, es el estándar mínimo.
Taylor habló de cómo fue darse cuenta de que era bisexual en los años 90, en una época en la que los mensajes que circulaban eran cualquier cosa menos acogedores. Según contó, se enamoró de una chica cuando era adolescente, pero en ese momento lo único que escuchaba era que estaba ‘confundida’, que ‘solo quería llamar la atención’ o que era ‘una fase antes de salir del armario como lesbiana”’ Lo típico de la bifobia, vaya. Y lo peor es que eso caló. ‘Me dolía porque yo sabía perfectamente quién era, pero me decían que no’, explicó. A muchas nos suena.
Esta salida del armario no solo nos alegra el corazón, sino que además da un nuevo brillo a su obra. Porque claro, de repente Los siete maridos de Evelyn Hugo cobra todavía más sentido. Reid ha dicho que escribir sobre mujeres que aman a mujeres ha sido una manera de conectar con esa parte de sí misma que había tenido que mantener en silencio durante tanto tiempo.
Y no es casualidad que Atmosphere, su próxima novela, tenga a dos mujeres como protagonistas de una historia de amor en la NASA de los 80. Nos promete tensión, deseo, y ciencia. Porque sí, se puede hablar de emociones y gravedad cero al mismo tiempo. Y si hay traje espacial y mirada intensa, mejor que mejor.
Taylor Jenkins Reid ya había vendido más de 21 millones de libros antes de esto. Ahora, además, se convierte en un referente visible y necesario para todas esas chicas bi que han crecido buscando historias que las representen sin etiquetas raras, sin que las invisibilicen, sin que les digan que ‘ya se te pasará’. Estando como estamos, no queda sino alegrarnos fuerte.
You Can Live Forever es una joya del cine independiente canadiense que, sin hacer ruido, se ha ganado un lugar en el corazón de quienes buscan historias lésbicas honestas, delicadas y profundamente humanas. Esta película dirigida por Sarah Watts y Mark Slutsky nos transporta a los años 90 para contarnos un primer amor entre dos adolescentes que se desarrolla en el entorno rígido y cerrado de una comunidad de Testigos de Jehová.
La historia sigue a Jaime (Anwen O’Driscoll), una joven lesbiana que, tras la muerte de su padre, es enviada a vivir con sus tíos en un pequeño pueblo de Quebec. Allí conoce a Marike (June Laporte), hija de un anciano de la congregación, y entre ellas surge una conexión inmediata que evoluciona en una relación secreta y cargada de tensión emocional.
Lo que hace especial a You Can Live Forever no es solo su temática, sino la forma en que la aborda. La película evita caer en estereotipos o dramatismos exagerados, y en su lugar ofrece una narrativa sutil y respetuosa que explora las complejidades del amor adolescente, la identidad sexual y el conflicto entre el deseo personal y las expectativas religiosas. La química entre O’Driscoll y Laporte es palpable, y sus interpretaciones aportan autenticidad y profundidad a sus personajes.
La dirección de Watts y Slutsky, junto con la cinematografía de Gayle Ye y la música de CFCF, crean una atmósfera íntima y melancólica que envuelve al espectador en la historia de Jaime y Marike. La película ha sido bien recibida por la crítica, destacando su enfoque sensible y su capacidad para capturar la esencia de un primer amor en circunstancias difíciles.
You Can Live Forever es una propuesta cinematográfica que, sin grandes pretensiones, logra tocar fibras profundas y ofrecer una representación sincera de las experiencias sáficas en contextos religiosos conservadores. Es una película que invita a la reflexión y que, seguramente, resonará con muchas personas que han vivido historias similares.
Si buscas una historia de amor que se aleje de los clichés y que ofrezca una mirada honesta y conmovedora sobre el descubrimiento personal y el amor prohibido, You Can Live Forever es una opción que no debes dejar pasar.
La vida sexual forma parte esencial del bienestar físico y emocional, y en los últimos años, los juguetes sexuales se han normalizado como herramientas saludables para el placer individual y en pareja. Sin embargo, junto con la popularización de vibradores, succionadores y dildos, también ha crecido la preocupación por los efectos que pueden tener sobre la salud íntima, en especial respecto a infecciones como la candidiasis. Pero ¿hay relación directa? ¿Puede un juguete sexual desencadenar una infección por hongos? ¿Qué prácticas aumentan el riesgo y cómo se puede evitar?
La respuesta corta es: sí, pero de manera indirecta. La candidiasis no se produce por el juguete en sí, sino por una combinación de factores que pueden favorecer la proliferación del hongo Candida albicans en la zona genital. Y ahí, el uso de juguetes sexuales sin los cuidados adecuados puede desempeñar un papel relevante.
¿Qué es la candidiasis y por qué aparece?
La candidiasis es una infección fúngica causada por un crecimiento excesivo del hongo Candida, que vive de forma natural en el cuerpo humano. En condiciones normales, está presente en la piel, la boca, el tracto gastrointestinal y la zona genital sin causar problemas. Sin embargo, ciertos cambios en el entorno corporal pueden desequilibrar esta convivencia y permitir que Candida se reproduzca descontroladamente, generando síntomas como picor, escozor, flujo blanquecino y molestias al orinar o durante el sexo.
Entre los factores más comunes que pueden favorecer este desequilibrio están:
Y sí: también el uso inadecuado de juguetes sexuales.
Juguetes sexuales y candidiasis: ¿cuál es la relación?
Hay varios puntos en los que un juguete sexual mal utilizado o mal higienizado puede contribuir a crear un entorno favorable para la candidiasis:
1. Material del juguete
No todos los juguetes sexuales están hechos con materiales seguros. Algunos contienen compuestos porosos, como ciertas gomas o plásticos de baja calidad, que absorben fluidos y bacterias. Estos materiales son difíciles de limpiar a fondo y pueden convertirse en un caldo de cultivo para hongos como la Candida.
Por el contrario, los juguetes hechos de silicona médica, vidrio, acero inoxidable o plástico ABS no poroso son más higiénicos y fáciles de desinfectar.
2. Limpieza inadecuada
Una de las principales causas por las que un juguete puede convertirse en vehículo de infección es la falta de una higiene correcta. No basta con enjuagarlo rápidamente bajo el grifo. Si el juguete ha estado en contacto con mucosas, fluidos corporales o lubricantes, necesita ser lavado con agua tibia y un jabón neutro (sin perfumes ni químicos agresivos), y en algunos casos, desinfectado con productos específicos o hervido si el material lo permite.
Además, los juguetes deben secarse bien antes de guardarse, ya que la humedad es uno de los factores clave para que los hongos prosperen.
3. Compartir juguetes sin protección
Usar juguetes sexuales con otras personas sin una barrera de protección (como preservativos) puede facilitar el traspaso de microorganismos, incluyendo no solo bacterias y virus, sino también hongos como la Candida. Aunque esta no es considerada una infección de transmisión sexual (ITS) en sentido estricto, puede transmitirse si una persona ya la tiene en exceso y se introducen esos microorganismos en el cuerpo de otra.
En las relaciones entre mujeres, el uso compartido de juguetes sexuales es habitual y puede formar parte de la intimidad de la pareja. Sin embargo, esto también implica ciertos riesgos si no se toman medidas de higiene adecuadas. Compartir un dildo, un succionador o un arnés sin lavar ni usar preservativo entre uso y uso puede facilitar el traspaso de flora vaginal, lo que en algunos casos puede alterar el equilibrio de una de las personas y provocar candidiasis. Esto es especialmente importante cuando una de las dos tiene una infección activa o recurrente: aunque la otra persona no tenga síntomas, podría estar actuando como portadora o verse afectada si el juguete no se limpia correctamente. En estos casos, se recomienda usar protección o esterilizar el juguete entre un uso y otro, y no asumir que el hecho de que ambas personas tengan vulva elimina el riesgo de infección cruzada.
4. Uso durante un episodio de candidiasis
Si se utiliza un juguete mientras se tiene una candidiasis activa, es muy probable que ese juguete se contamine. Y si no se limpia de manera rigurosa, puede causar una reinfección incluso después de que los síntomas hayan desaparecido. Esto se conoce como “ciclo de reinfección” y puede alargar el tratamiento o cronificar el problema.
5. Lubricantes y su impacto en el pH
Muchos juguetes sexuales requieren el uso de lubricante para evitar la fricción. Sin embargo, no todos los lubricantes son iguales. Algunos productos contienen glicerina o azúcares, que pueden alimentar al hongo Candida. Además, algunos lubricantes alteran el pH vaginal, lo que puede favorecer la infección.
Lo ideal es optar por lubricantes a base de agua, sin perfumes, sin glicerina y con pH equilibrado para la flora vaginal (entre 3,8 y 4,5).
Cómo evitar que los juguetes sexuales contribuyan a una candidiasis
La clave está en la prevención y en adoptar hábitos de autocuidado responsables. Aquí van algunas recomendaciones básicas:
Elige juguetes de materiales no porosos y seguros. Prioriza silicona médica, vidrio o acero inoxidable.
Limpia los juguetes antes y después de cada uso. Usa agua tibia y jabón neutro, y desinféctalos si es necesario.
No los compartas sin protección. Si vas a compartir, utiliza un preservativo sobre el juguete y cámbialo entre usos.
Evita usarlos durante una infección activa. Espera a que los síntomas hayan desaparecido completamente y consulta con tu médico si hay riesgo de reinfección.
Guárdalos en un lugar limpio, seco y protegido del polvo. Algunos vienen con fundas específicas: úsalas.
Presta atención al lubricante. Asegúrate de que sea compatible con el material del juguete y con la salud vaginal.
¿Qué hacer si ya tengo síntomas?
Si sientes picor, escozor, irritación o flujo blanco espeso, consulta con un profesional de salud. Aunque muchas veces la candidiasis se puede tratar con antifúngicos de uso tópico o comprimidos orales, es importante tener un diagnóstico certero para evitar automedicaciones ineficaces o contraproducentes.
Además, si has usado juguetes sexuales recientemente, límpialos cuidadosamente o considera reemplazarlos si son porosos y difíciles de desinfectar por completo.
Cuidado, placer y responsabilidad
El placer no debería estar reñido con la salud. De hecho, el autoconocimiento del cuerpo y una vida sexual satisfactoria suelen ir de la mano con un mayor cuidado y respeto por una misma. Los juguetes sexuales pueden ser una herramienta fantástica para el disfrute, pero como todo, requieren un uso consciente e informado.
La candidiasis, aunque común, puede ser molesta y persistente si no se toman medidas preventivas adecuadas. Si introduces juguetes sexuales en tu rutina, hazlo con información, limpieza y atención. El cuerpo lo agradecerá.
Lo que parecía solo un deseo colectivo de la croquetada internacional podría convertirse en realidad gracias a Flesh of the Gods, la nueva película de Panos Cosmatos, ese director que mezcla neón, psicodelia y traumas como quien monta una rave con final sangriento. Pero lo verdaderamente importante no es eso. Lo importante es que Kristen Stewart y Elizabeth Olsen podrían darse un mordisquito inmortal en plena pista de baile. Y nosotras ya estamos haciendo cola para ver cómo se desarrolla ese plan.
La sinopsis oficial suena como si alguien hubiese abierto wattpad y se hubiese puesto manos a la obra. Que empiece la fantasía lésbico-vampírica. Kristen interpreta a Alex, una de las dos mitades de una pareja de vampiros modernos que viven en el Los Ángeles de los años 80. El otro miembro de esa dupla galactiquísima es Oscar Isaac, o lo que es lo mismo, otro rostro perfecto para mirar mientras se derrama sangre en pantalla. Ambos acaban reclutando a una joven (Elizabeth Olsen) en un viaje de excesos, discotecas, y… ¿mordiscos?
La película está escrita por Andrew Kevin Walker, el guionista de Seven, así que sí, podemos esperar oscuridad, giros, y más de una escena que nos obligue a contener el grito (o el jadeo). Pero lo que nos tiene haciendo capturas mentales cada vez que se menciona esta película es la tensión lésbica potencial que se respira a kilómetros. Kristen. Elizabeth. Vampiras. Sudor ochentero. Música con tecladillos. Cuellos expuestos. ¿Hace falta que sigamos?
Cosmatos ya demostró en Mandy que puede convertir lo pulp en alta cultura, y con Flesh of the Gods parece dispuesto a jugar con la imaginería lésbica desde el minuto uno. Porque si algo tienen los vampiros, es que son el disfraz perfecto para explorar el deseo, el peligro, lo prohibido… y las ganas de arrimar colmillo. Que todas hemos visto True Blood, amigas.
Aunque aún no hay tráiler (ni fecha exacta de estreno), nosotras ya estamos afilando los colmillos. Si la cosa se concreta como parece, podríamos tener delante una de las películas sáficas más intensas de los últimos años. Y si no, al menos habremos visto a Kristen Stewart en modo criatura de la noche, y eso ya justifica casi cualquier cosa. Así que prepárate. El 2025 puede ser el año en que Elizabeth Olsen diga “bésame” y Kristen Stewart responda con un mordisco. Ñac.
Hay nombres que juntas provocan un pequeño cortocircuito en la cabeza de cualquier lesbiana o bisexual con buen gusto (el 98,9%). Gillian Anderson y Hannah Einbinder son unos de ellos. Y no, no es un sueño febril ni una fantasía de Tumblr: es el reparto confirmado de Teenage Sex & Death at Camp Miasma, la nueva película de Jane Schoenbrun, directora de culto en plena ascensión.
La premisa es… deliciosa. Una directora de cine se obsesiona con la actriz original de una saga de terror al estilo Viernes 13. Y a partir de ahí, el caos. O más bien, el horror queer, el gore existencial y un puñado de referencias a todo lo que hemos amado en nuestras noches de VHS prestado. Jane lo ha definido como su intento de crear ‘un clásico de fiesta de pijamas’. Estamos dentro
La historia transcurre en un campamento de verano, con sus cabañas húmedas, su lago sospechoso y una energía de Final Girl en esteroides. Pero lo verdaderamente hipnótico es ver en pantalla a Gillian Anderson, icono absoluto desde los días de Expediente X y a aprtir de ahora reina indiscutible del slow burn lésbico, compartiendo plano con Hannah Einbinder, una de las cómicas más afiladas del momento y rostro estrella de Hacks, la serie que nos tiene encandiladas y que hace a Paloma Rando decir ‘Dios aprieta pero no ahora’. Si la química entre ambas es la mitad de potente de lo que parece sobre el papel, vamos a necesitar una buena dosis de aquarius después de verla.
El proyecto está en buenas manos: Schoenbrun viene de rompernos el corazón y la percepción del tiempo en I Saw the TV Glow, y ahora vuelve con un tono más ligero, pero sin abandonar su sello: atmósfera densa, personajes queer que no piden perdón, y una sensibilidad estética que recuerda a los mejores momentos de Gregg Araki pero con trauma milenial.
Teenage Sex & Death at Camp Miasma se rodará este verano, y aunque aún no tiene fecha de estreno, el hype ya ha cruzado todos los umbrales. Ver a dos mujeres queer compartir plano, mirada y probablemente algo más, es justo lo que necesitábamos para seguir creyendo en el poder del cine sáfico. Nos vemos en el campamento. Llevad linternas, cuchillos de cocina y los nervios bien preparados.
El informe Estado LGTBI+ 2025 no deja lugar a dudas. El odio sigue vivo, se ha hecho más grande y más violento. La encuesta elaborada por FELGTBI+ y el instituto 40DB, basada en 800 entrevistas a personas mayores de 18 años, muestra una realidad incómoda: ser LGTBI+ en España sigue siendo peligroso.
La cifra es demoledora. Un 42,5% de las personas LGTBI+ ha sufrido odio en el último año. Eso se traduce en más de 2.800.000 casos. Acoso, discriminación y agresiones físicas o verbales que no paran de crecer. Lo más grave es que la violencia física y verbal se ha disparado casi un 10% en un año. Si en 2024 afectaba al 6,8%, ahora estamos en un preocupante 16,25%. Eso son más de 800.000 personas agredidas por ser quienes son.
Entre las víctimas más expuestas están las personas jóvenes entre 25 y 34 años, las personas trans y quienes tienen menos ingresos. Este grupo concentra el mayor número de agresiones, con tasas del 24% al 35%. El informe lo deja claro: ser joven, trans y pobre en España hoy es un factor de riesgo.
¿Dónde sucede todo esto? En la calle, en el trabajo, en los centros de estudio y hasta en casa. La calle sigue siendo el lugar más hostil, con un 35% de los ataques. Pero ojo: los centros educativos aparecen como el segundo escenario más frecuente, con un 17% de las agresiones. Y el entorno familiar no se queda atrás. El odio no distingue entre lo público y lo privado.
También se constata un patrón preocupante: el odio es más frecuente en pueblos pequeños. En municipios de menos de 10.000 habitantes, el acoso llega al 26%, las agresiones al 21%. El mito de que la vida tranquila del pueblo es más amable se rompe cuando los datos nos dicen que ahí se sufre más y se denuncia menos.
Porque sí, se denuncia poco. Solo el 26,82% de las personas afectadas acude a la policía u otras autoridades. Entre quienes lo hacen, un tercio dice que la experiencia fue negativa. En las zonas rurales, las denuncias caen por debajo del 20%. Las razones: miedo, falta de pruebas y la convicción de que no servirá para nada.
Además, la percepción general es que todo va a peor. Un 31% cree que la violencia física ha aumentado y un 27% piensa lo mismo sobre la discriminación. La confianza en instituciones como el poder judicial o las fuerzas de seguridad se resiente, especialmente entre quienes han sido agredidas.
Y todo esto tiene un impacto directo en la salud mental. Las víctimas de odio reportan más miedo, ansiedad, soledad y rabia. Porque el odio no solo golpea físicamente. También se cuela en la cabeza, en los vínculos, en la forma de estar en el mundo.
El informe llega en un momento simbólico: se cumplen 20 años del matrimonio igualitario en España. Dos décadas después, no basta con mirar atrás con orgullo. Toca mirar al presente con valentía. Porque el odio no se ha ido. Solo ha cambiado de forma, de espacio y de excusas. Y frente a eso, el compromiso del activismo sigue siendo el mismo: visibilidad, denuncia y lucha.