Empecemos con el romance. Como dije antes no hay nada más lindo que una cena romántica con tu chica. ¡Y si es que lo cocinaste tú, pues suma puntos! Es que el esfuerzo de montar la mesa, escoger un vino, cocinarle… es una buena forma de demostrar que la quieres, ¿no?
Ya, ya sé lo que me van a decir, que suena demasiado hetero, que esas son cosas que los HOMBRES hacen para impresionar mujeres… blah blah blah. Pero no tiene por qué ser así. A todo el mundo le gusta que lo mimen de vez en cuando, sin importar que tu chica sea una típica que se las da de dura. Estoy segura de que cocinar para ella la derrite, sea quien sea. Lo dicho, que el amor entra por la panza.
A mí me encanta hacer esto para mi pareja en los aniversarios. Un foundue de queso de entrada, su plato favorito, con un vino y un postre interactivo… ¿a que ahora sí les empieza a gustar la idea? tetas con chocolate ejem…
Lo primero, mis queridas croquetas, es lo primordial: tanteen sus gustos, alergias, antojitos, dietas especiales… Que esa chica a la que tanto has toreado, que te vuelve loca, que te hace saltar el corazón del pecho y que te dijo que SÍ no te vaya a decir en medio de la cena “ains es que soy vegana… ”
FAIL.
Les traigo la quintaesencia de las cenas románticas, porque para la comida y el sexo romance no hay muchos que les ganen a las francesas. Son recetas simples pero deliciosas y que suenan impresionantes.
Repitan después de mí, mis queridas croquetas hambrientas: Magret du canard a l’orange. (O lo que es lo mismo, pechuga de pato a la naranja)
El mise en place es simple:
- Dos pechugas de pato
- 50 grs de mantequilla
- 100 ml de cointreau o vino blanco
- Dos naranjas grandes o tres medianas (o una naranja y jugo de naranja natural si tienes)
- Una cebolla pequeña
- Fecula de maíz c/n
- Unos 50 ml de crema. No nata para montar, sino de la que se usa para cocinar
- Sal y pimienta, claro
Lo primero primerísimo que tienes que hacer, mi querida croqueta romántica, son unos cortes en la piel de la pechuga sin llegar a la carne. Calienta una sartén, bien caliente con un poquiiiiiiiiiiiiito de mantequilla y aceite. El pato suelta mucha grasa (que ni se te ocurra botar), así que no es necesario agregar más.
Salpimenta la pechuga y dórala en la sartén con la piel hacia abajo primero.
Si ves que suelta mucha grasa, puedes ir sacándola y reservando. Cuando la piel esté dorada, dórala por el otro lado por un par de minutos más y resérvala. Ya la meteremos al horno y el pato no se puede comer completamente cocido, así que no te preocupes si todavía se ve muy crudo.
En esa misma sartén, con la grasa del pato, saltea la cebolla finamente picada. Cuando ya la veas transparente, agrega un chorrito de cointreau y deja evaporar el alcohol. Esto será unos dos minutos. Ahora le agregas la mitad del jugo de las naranjas y la ralladura de media de ellas.
Con la otra mitad del jugo frío vas a disolver una cucharadita de fécula de maíz y se la vas a agregar poco a poco a la salsa de la sartén hasta que tome el espesor que quieras.
El toque final a la salsa es salpimentar, y agregar la crema de leche y el resto de la mantequilla para que tome brillo.
A las pechugas las vas a meter al horno a 180 grados por 10 minutos. No queremos que se pasen de cocción y queden duras y secas, debes servirlas rosaditas. Sí, como eso mismo.
Es muy simple de presentar: rebana las pechugas y las cubres con la salsa y algo de la ralladura de naranja.
¿Que con qué lo acompañas?
Una ensalada ligera de berros con nueces bastará. Berros, una cebollita morada picada finamente, unas nueces picadas, una vinagreta simple (una medida de aceite de oliva por una medida de vinagre de sidra, sal y pimienta) y ¡listo! La idea es que no opaque al pato.
Ya estás lista para tu noche de conquista.
El postre lo dejo para el próximo post 😉 pero seguro que tú tienes un par de ideas….
Bon Appettittie!
Gio.
PD: Si no encuentras pato (o es muy caro), haces exactamente lo mismo con pechugas de pollo, solo que una buena idea es envolver las supremas en tocineta y luego saltearlas. Eso sí, el pollo nunca debe comerse poco cocido.