Adriana sabe perfectamente lo que busca en una relación: que no dure más de una noche. El lazo más estrecho que tiene es con Leia, con la que, de vez en cuando, pasa unos días. Pero después, ella siempre vuelve con su marido, y Adriana vuelve a su vida cotidiana. Ella es feliz así, sin ataduras y, sobre todo, sin sentimientos. Hasta que encuentra un mensaje en el contestador que le hará volver a diez años atrás, cuando toda su existencia se puso patas arriba y Adriana perdió a su familia, a su mejor amiga y a la chica a la que quería. No le quedará más remedio que hacer frente a sus propios sentimientos, y volver al lugar donde todo acabó.
Marien Koan nos presenta esta historia de amores imposible y recuerdos que se creían olvidados, dejados en el fondo del último cajón de la memoria, ambientada en una hacienda rural, al más puro estilo Falcon Crest, aunque sin malas tan malas como Angela Channing. Los personajes del libro son, sencillamente, humanos, y se ven arrastrados por las circunstancias, siendo este uno de los puntos fuertes de Cada vez que no me miras: lo fácilmente identificada que te sientes con cualquiera de los personajes. Son situaciones normales, con soluciones normales, nada de giros imprevisibles que te hacen decir ¿¡qué!?, o alzar la ceja. Pero no por eso el relato es aburrido ni predecible, la autora tiene la gracia suficiente como para tenerte en vilo durante sus (escasas, ¡queremos más!) 167 páginas.
Definitivamente, es un libro más que recomendable, porque aúna todos los ingredientes deseables en una lectura: está bien construido, es entretenido, y los personajes tienen carácter propio. Y, además, está en el catálogo de Los libros del sábado, una nueva editorial lésbica más que interesante, a la que auguro un prometedor futuro, sobre todo si sigue apostando por obras de calidad como Cada vez que no me miras.