Que Ryan Murphy tiene una imaginación desbordante es un hecho. Eso le ha servido a lo largo de su carrera para crear grandes series, como Popular, Nip/Tuck, Glee y, el caso que nos ocupa, American Horror Story. Porque, veamos, compilar todas las leyendas americanas sobre el horror, ya sean freaks de circo, casas encantadas, brujas al estilo Salem, o las mil y una historias más de la mitología popular para hacer una serie es una gran idea. El problema viene cuando, aparte de formular la idea, te empeñas en dirigir la serie. Murphy es un ser caprichoso, como una hoja al viento, que deja que sus gustos temporales manejen las temporadas. Y eso es un problema, porque luego pasa lo que pasa.
En esta temporada, más que en ninguna, se ve claramente esto. Empezó bien, con una idea estupenda, la de recuperar la tradición de Freaks, esa película de espanto que es ya un mito, pero enseguida, una vez formulada la presentación, se dejó ir. En el primer episodio conocimos a una troupe de inadaptados, como ya viene siendo común en todas las historias de Murphy, y en el segundo el caos se apoderó del argumento. Por más que hubiese tres tramas principales —Dandy, el payaso, el cazador de fenómenos—, las tres son inconsistentes en el tiempo, y no son capaces de soportar las tramas secundarias que, seamos sinceras, no nos importan nada y son más increíbles de lo habitual.
Porque, a ver, cuando aparece el primer cadaver en el pueblo, la policía va corriendo al circo a buscar al culpable. Sin embargo, cuando el padre de la chica lagarto aparece alquitranado y emplumado, la policía es incapaz de sospechar de los freaks. Los mismo freaks, por cierto, que tampoco se dan cuenta de que la llegada de Stanley está esquilmando la población de fenómenos. O que son incapaces, como en el caso de Bette y Dot, de tomar ninguna decisión por si mismas. O sea, te venden como esclava sexual y a ti te da lo mismo. Lo normal en Jupiter, Florida.
Por otra parte, esta ha sido con diferencia la temporada que más uso de las escenas gore ha hecho, de manera, bajo mi punto de vista, totalmente innecesaria. La sangría, además, ha sido aleatoria e injusta, dejando sin redención posible a personajes que se la habían ganado a pulso. Y sí, estoy hablando de Emma Roberts, cuya muerte fue escalofriante y desmedida, y a nadie pareció , además, importarle. Muy mal.
Otro reproche (y van…) a la dirección de Murphy va directamente enfocado a cómo ha tratado la relación de los dos personajes lésbicos, y ultra secundarios, de la serie. Neil Patrick Harris es un mago que pierde la razón en la guerra, y a su vuelta se encuentra con que su mujer se ha enamorado de otra chica. ¿Y qué hace Chester? Pues las mata, claro. Qué menos. Las mata en una de las escenas más desagradables y sangrientas de toda la serie. Y, además, por si no nos había quedado claro lo horroroso que es todo, la repiten unos episodios más adelante. En esta ocasión no me voy a quejar en demasía de que las maten, porque aquí no queda vivo ni el apuntador, pero desde luego que el baño de sangre… sobraba.
Esto tenemos que decirte, Ryan
El episodio final es ya el colofón del absurdo, con pistolas que no se recargan nunca en el safari particular de Dandy, flashforwards inconexos, decisiones estúpidas, como la del ejecutivo de la cadena que SABE que la cinta de Elsa va a salir a la luz pero le deja actuar en el especial de Halloween, y una escena final en la que todos los muertos le dan una palmadita en la espalda a Jessica Lange, en plan “venga, que no ha pasado nada”, aunque ella sea directa o indirectamente culpable de todas las desgracias acontecidas en la serie. Mención aparte merecen las resoluciones de las tramas de los supervivientes, con un Evan Peters y una Sarah Paulson abocados a vivir de los servicios sociales para toda la vida. Aunque como no nos explican nada, pues quizá tiene sentido en la cabeza de Murphy.
Bajo mi punto de vista, esta temporada ha sido una tomadura de pelo de dimensiones épicas. No ha tenido la frescura de Murder House, ni la increible consistencia de Asylum, que pese a tener tramas incluso más locas que esta, al final todo cobraba un sentido, ni la exquisita belleza y girl-power de Coven. Prometía mucho, nos contaron que era algo nunca visto antes en televisión. Y, quizá, no hubiese pasado nada si no los hubiésemos visto.