La importancia de sentirse parte de algo, de un todo, de un grupo. Quizá no seamos conscientes de ello, pero cada vez que entramos en una pagina de internet, sea cual sea, estamos buscando gente que opine como nosotras, que tenga nuestros gustos. Sentir que no estamos solos.
A Piper le ocurre justo eso: Se siente parte de una comunidad. Ha encontrado su sitio, gracias a Alex, quien es su novia oficial POR FIN, es muy probable que hayan sido las últimas en enterarse. Pero no nos desviemos del tema de la comunidad. Incluso estando en prisión, está a gusto, cómoda. Y es porque forma parte de algo. Su familia, por supuesto, no lo entiende, pero qué se puede esperar de alguien que está tan pendiente de las apariencias.
Y el caso contrario es el de Big Boo, protagonista del flashback de este episodio. Big Boo, Carrie, siempre ha sido un pez fuera del agua. Nunca ha encajado. No en casa, donde siempre han creído que los disfraces, si son los adecuados, tienen más importancia que la autenticidad. Y a lo mejor tampoco es la pieza del puzzle adecuada dentro de su propia comunidad, donde también tiene dificultades.
Y es ahí, con la oportunidad de encajar, donde ve la estafa perfecta: Siguiendo el ejemplo de Pennsatucky, va a jugar la carta de la homosexual curada, de la lesbiana que ha visto la luz y ahora es heterosexual. Por supuesto, la farsa dura quince segundos. Porque los disfraces no tapan quien eres.
La comunidad negra de Litchfield sigue ahí, con su propia fe, la fe en que Vee sigue viva. O, al menos, es lo que le da fuerzas a Crazy Eyes, cada día más descontrolada. De verdad que empiezo a necesitar que Poussey tenga tramas más interesantes, porque el papel de florero que le han dado esta temporada no me parece de recibo.
Aunque unas sean reclusas y otros carceleros, parece que todos son conscientes del bien común, y cuando van los compradores, hacen por que salga bien. Se difuminan las lineas de poder, como cuando Healey charla con red. Son todos parte de la comunidad. Y por eso mismo funcionan las cosas.