Hace unos meses te contábamos que Russell T. Davis, un nombre que así de primeras puede no sonarte, pero que es el creador de la maravillosa Queer as folk, estaba desarrollando un ambicioso proyecto. Se trataba de tres series entrelazadas, Cucumber, Banana y Tofu, cuya visión paralela pretendía dar una imagen integral de la comunidad LGBT. La primera, Cucumber, versaba sobre la vida de Henry, un hombre en la cincuentena, y la relación con su novio, Lance. La segunda, Banana, pretendía ser la visión más joven del espectro, tratando sobre los veinteañeros y treintañeros que Henry se iba encontrando en este episodio de su vida. Para terminar, Tofu sería una especie de documental sobre los aspectos sexuales de las otras dos series. El concepto es bastante innovador, y merece mucho la pena ver las tres series, pero voy a centrar mi comentario en Banana. ¿Por qué? Porque salen croquetas, claro.
Cada episodio de Banana se centra en un personaje diferente, desde el insufrible Dean a la entrañable Vivienne. Siempre decimos que la comunidad LGBT es plural, y tan amplia como personas formamos parte de ella, y en Banana podemos comprobar esto desde el primer momento. Lo único que tienen en común los personajes, aparte de la amistad que los une, es su orientación sexual. No se parecen en nada. Y es este mosaico de personalidades y personajes lo que da riqueza a la serie.
Una chica frágil que se obsesiona con una madura casada, una chica con un trastorno obsesivo compulsivo en su primera cita, una chica que descubre que la convivencia es más dura de lo que se había imaginado, una mujer torturada por algo que ocurrió hace veinte años. Davis va trenzando las historias, hilándolas para formar un tapiz multicolor en el que todas tenemos cabida, y que es altamente disfrutable. Merece una mención aparte la interpretación de Bethany Black, siendo la primera actriz trans en interpretar un personaje trans en Reino Unido. Su sobrecogedora historia es una de las más brillantes dentro de la serie, por lo creíble y por lo duro de su historia, que nos recuerda lo expuestas que estamos muchas veces.
Banana puede verse de manera independiente de las otras series. Se pierde la profundidad que da el conjunto, pero no por eso se disfruta menos de las historias, mucho menos histriónicas que las que nos tenía acostumbradas en Queer as Folk. Esperamos de verdad que haya una segunda temporada, porque nos hemos quedado con ganas de más.