Nota: Spoilers de la tercera temporada de Killing Eve
Quizá la culpa sea de Phoebe Waller-Bridge y su primera temporada, de la maravillosa química entre Sandra Oh (Eve) y Jodie Comer (Villanelle), quizá la culpa es nuestra por intensas, pero lo cierto es que las expectativas que teníamos de la tercera temporada de Killing Eve estaban muy, muy arriba.
No era para menos. El final de su segunda entrega fue un auténtico bombazo: después de una temporada entera trabajando juntas, Eve mataba a un asesino de los Doce para salvar a Villanelle y ambas decidían huir juntas de quienes les habían tendido una trampa. Sin embargo, cuando la detective se daba cuenta de que Villanelle habría podido evitar que tuviera que acabar con una vida, se echaba atrás.
“Te quiero”, le decía la joven mientras Eve se alejaba, “No sabes qué es eso”. “Eres mía”, respondía Villanelle poco antes de disparar, despechada. Ya se lo había avisado Konstantin en la primera temporada; era mejor que la odiase, porque no sabría cómo quererla. Mucho han cambiado las cosas desde aquel momento, pero no quiero adelantarme. Hace ocho semanas nos reencontramos con una Eve destrozada, asustada, escondida. No quería saber nada de Villanelle, pero pensaba en ella constantemente, casi sin darse cuenta. Mientras, la asesina vivía la gran vida pensando que su “ex” estaba muerta. No es un gran comienzo para una comedia romántica.
Ninguna de las dos estaba siendo sincera consigo misma. En cuanto Villanelle se entera de que Eve sigue viva, algo cambia dentro de ella. Era un reencuentro inevitable y nos regaló la maravillosa escena del autobús. En mitad de una fogosa pelea, Eve besa a Villanelle. ¿Para distraerla y poder escapar? Yo creo que Eve estaba tan confundida que, oye, de perdidos al río.
¿Qué c*** está pasando?
No sólo tengo cosas positivas que decir de esta temporada. La trama empieza a ser tan confusa como irrelevante. Como ya dijo Valentina Morillo en su análisis para Fuera de Series, me da igual quiénes sean los Doce (y menos mal). Tampoco me entero bien de qué pasa con Konstantin (aunque le amo y tiene la mejor risa del mundo) y no sé cuál es el objetivo de la mitad de los personajes secundarios. ¿Me importa? Pues, la verdad, no mucho. Yo estoy aquí por Villanelle, Eve, Carolyn y Konstantin (en ese orden). De hecho, creo que Carolyn y su particular manera de manejar las emociones es de lo mejor de la temporada. Sobre todo los constantes choques con su sentimental hija Geraldine, que espera constantemente convertirla en una persona que no es y llora desconsolada cada vez que descubre que su madre está hecha de hojalata.
Esto, por supuesto, no es cierto, como bien podemos comprobar en el último episodio de esta tercera temporada de Killing Eve, que tiene sus cosas positivas… y sus cosas negativas. En particular, me decepcionó mucho el gran “giro”, la respuesta a la pregunta que llevábamos haciéndonos toda la temporada. Me parece interesantísimo que Konstantin sea quien supuestamente ha matado a Kenny, ojo, y la posición en la que esto pone a Carolyn. Dicho esto, ¿de verdad lo descubren con una cámara oculta que lleva en la oficina desde el principio de la temporada? ¿Y se dan cuenta AHORA?
El monstruo de Eve
La evolución de Eve, si bien inevitable, no me ha parecido del todo clara. Entiendo que la pérdida de Kenny lo cambia todo; él era la última cuerda que la ataba a quien había sido hasta el momento. Pero su camino hacia el asesinato me parece, quizá, un poco precipitado. Inicialmente, rechaza todo lo relacionado con Villanelle y está convencida de que debe regresar con Niko, hasta que él mismo la rechaza para siempre.
¿Es, quizás, la pérdida de todo lo anterior lo que la empuja a convertirse en una “nueva Eve”? Difícilmente; ya tenía impulsos en la primera temporada. Quizá es porque hemos acompañado mucho más a Villanelle, pero me cuesta ver el viaje de la Eve del primer capítulo, asustada, decidida, a la Eve que mata a Dasha sin miramientos, aplastándole las costillas con el pie. ¿Eran simplemente Kenny y Niko los únicos que evitaban que Eve se convirtiese en un monstruo? ¿O es cuestión de venganza y su asesinato estaba “justificado”? ¿Dónde está Eve ahora mismo?
Villanelle, ¿eres tú?
No es el caso de la evolución de Villanelle. Al final de la segunda temporada, la joven se sorprendía de que Konstantin la traicionase. “No eres familia”, le decía él, unas palabras que claramente marcaron a Villanelle. ¿Dónde está su familia? La biológica, como bien comprobamos, no es la de verdad (spoiler: sale mal). Y Konstantin se empeña en alejarla en ese sentido, aunque tampoco podemos culparle, que bastante tiene con Irina y sus recientes impulsos asesinos.
Su familia, se da cuenta, es Eve; o al menos quiere que lo sea. Y, poco a poco, Villanelle va entendiendo lo que supone querer a alguien de verdad. No el amor tóxico que vimos en las dos primeras temporadas. Por eso el final, por mucho que parezca fuera de personaje en un principio, en realidad tiene bastante sentido. Villanelle ha entendido que, para querer bien a alguien, hay que escuchar lo que necesita e intentar dárselo. Lleva toda la temporada aprendiéndolo.
En la última escena, en el londinense Puente de la Torre, ambas llegan a la misma conclusión: todos tenemos un monstruo dentro, y Villanelle saca el de Eve. “Por favor, ayúdame a pararlo”, le pide la detective, desesperada. Y Villanelle hace lo que ninguno de nosotros esperaba: dejar ir a Eve. La invita a darse la vuelta, “Y ahora caminamos y nunca volvemos a mirar hacia atrás”. Villanelle está respetando los deseos de Eve; está queriéndola, está escuchándola, esta vez de verdad. Y, precisamente por eso, antes de llegar al final del puente, Eve se da la vuelta.
Parece que Villanelle empieza a comprender, finalmente, qué es y cómo funciona el amor.