Hay veces que nos equivocamos en nuestras predicciones, y creedme cuando os digo que me alegra infinitamente el haberlo hecho en esta ocasión. La duodécima temporada de Anatomía de Grey ha vuelto a nuestras pantallas, y lo ha hecho con más fuerza que nunca, negando aquella teoría que lancé en mayo, la que decía que, quizá, la fuente de imaginación de Shonda se estaba secando. El primer episodio de esta temporada ha sido todo un ejemplo de por qué Anatomía de Grey dura doce años y no ha sido cancelada, como sucedió con Private Practice, a casi las primeras de cambio.
Las series de Shonda son excesivas, y de tan excesivas son irreales. Se ve con facilidad en Scandal, donde todos los episodios nos dejan con sensación de cliffhanger y de asombro, abriendo mucho la boca y alucinando en colores. Anatomía de Grey es menos eso y más agitar la cabeza pensando “eso es imposible”. Pero es que nos da igual. Bomba, asesino suelto por el hospital, accidente de avión, autobús chocando contra interno, lo hemos tenido todo, y seguimos pegados a los televisores porque es sumamente entretenido.
Con la muerte de Derek la temporada pasada, muchos pronosticaron, yo incluída, que tanta muerte se iba a volver en contra de la creadora. Porque la pérdida de un personaje principal sorprende, pero cuando has matado ya a diecisiete, y del reparto principal te queda solamente una persona, la esencia de la serie de ha diluído hasta no ser prácticamente nada de lo que te gustaba. Pero el caso es que el primer episodio ha sido muy, muy divertido, y a la vez muy emocionante.
Divertido porque la dinámica de Meredith con los otros personajes, ahora que, por lo que parece, ha dejado de ser la veinteañera en busca del amor de su vida, es creíble, y no es el pozo negro de desolación y viudedad que esperábamos, y divertido porque Arizona, pese a que no entiendo bien por qué razón una médico reputadísima y que, bueno, posee un hospital, va corta de dinero, ha recuperado la chispa que perdió la temporada anterior con todo ese rollo de la mentora moribunda. Si mantienen eso, los personajes están salvados.
Y emotivo porque volvió por todo lo alto, con una trama de amor adolescente entre dos chicas, de relaciones imposibles con episodio trágico y familias reconciliándose y recordando que lo importante, al fin y al cabo, es el amor, que nos dejó a todas con un montón de kleenex arrugados encima del sofá. ¿Efectista? Muchísimo. ¿Lacrimógeno de manera gratuita? Seguro. Pero, ¿y?.
La televisión es muchas cosas, pero a bien seguro una de ellas es entretenimiento. Pocas producciones pueden decir que han durado doce años, y menos aún las que lo han hecho manteniendo el toque. Cuando Shonda quiere, lo hace. Y a esta season premiere le ha puesto muchas ganas. Que dure.